martes, 4 de octubre de 2011

"EL HUMOR EN LA CÁRCEL"

EL HUMOR EN LA CARCEL

30/03/06-12:10’ Cuentan que cuando Grabriel García Márquez comenzó a escribir su célebre “Cien años de Soledad”, el carnicero ya no le fiaba más carne; sin embargo, a pesar que esas condiciones no son las más apropiadas para escribir una obra tan llena de agudo ingenio y punzante humor, lo consiguió.
      Digo esto, porque ese ejemplo me anima a iniciar hoy este mi primer libro, sin tener un solo dólar en el bolsillo y tratándose de humor; que también puede ser una forma de llanto. Este libro no podría escribirse sin la colaboración desinteresada y espontánea de todos los actores reales que aportaron el material que le sirve de base.
      El parecido con la realidad no es mera coincidencia, como lo pueden atestiguar más de 2872 (fueron 2873) “Pichis” (1) que pasaron por el añorado EMR-1 “Establecimiento Militar de Reclusión Nº 1” que conoció días bien más gloriosos que los actuales, cuando lejos de albergar comunes lesadores de la propiedad privada, era un depósito –por tiempo indefinido- de uniformados y rapados enemigos de estas benditas democracias; dignos de ser exhibidos a las cúpulas militares y a los cuerpos diplomáticos con legítimo orgullo en su moderno producto final, muy superior al jabón artesanal de los nazis.
30/03/06-12:32’     El humor comenzaba antes entrar.
      Sobre el portal había una frase que decía: “Aquí se viene a cumplir”, después cuando había que pararse de espaldas a la guardia, con las manos atrás, uno no podía dejar de leer un cartelito colgado de las rejas con esta solemne sentencia: “Siempre es a último momento que un pelotón de soldados salva la civilización”
¡Tomá p’a tu tía Eulalia!



(1) Cariñoso sobrenombre genérico que diferenciaba a los enemigos de la patria de los salvadores de civilizaciones. Diminutivo de bichicome, equivalente del inglés “beachcomber” denominación que se daba a los marineros que desembarcaban en las Islas Polinesias y que dormían en las playas.


Es claro que como mi formación militar era mínima y solo se restringía haber hecho tiro ciudadano en el Cuartel de Rocha (donde entré 3º en un campeonato y el premio fueron 100 balas) (2), haber estudiado matemáticas con el Teniente Juan Gargiulo y mi breve pasaje por la Escuela de Aeronáutica Militar, no sabía que los métodos empleados para salvar civilizaciones son tan heterodoxos como llevarse los suministros -por ejemplo– o inflar los presupuestos, todos ellos elementos que alimentan el humor como una vez que de tarde, bajó un equipo de presos para descargar un camión de carne.
      A las 3 de la mañana de la madrugada siguiente bajó el equipo de cocina para calentar el mate y preparar el desayuno.
      No quedaba un gramo de carne en la cámara frigorífica. Todo esto: ¿no es humor también?  
      (2) Que me fueron entregadas personalmente por el Jefe de Batallón de Infantería Nº12 el Tte. Cnel. Ventura Rodríguez Boicochea, que aparece escrachado en “Incide the Company” de Philip Agee como agente de la CIA y que siendo Jefe de Policía de Montevideo le alquiló un apartamento de un sobrino para hacerles una ratonera a los asaltantes argentinos del Edificio Liberaij. También le retenía el sueldo a todos los milicos por 20 días y con los intereses le compró un Chevrolet Malibú.
El problema de darle de comer a los presos fue resuelto utilizando la carne destinada a los perros cuya ración (per-capita de perro) era superior a la nuestra. 
El inesperado resultado de esa decisión fue que ya generosamente ultra pasada la hora habitual del almuerzo perruno, éstos decidieron reclamar ruidosamente ladrando todos al unísono.
      Ya que estamos hablando de perros militares  o mejor dicho: militares perros, recuerdo un caso que ocurrió con uno de ellos: “el M’hijo”.El M’hijo era un cañero de Artigas: bajito, carrancudo, vivo, conocido del Bebe desde mucho tiempo atrás; con una formación política que ya lo querrían para ellos, muchos intelectuales izquierdistas que andan por ahí. El sobre nombre del M’hijo le venía porque cuando se acercaba un grupo, no importando de que tema estuviesen hablando, él siempre preguntaba:
“-¿La mujer de quién m’hijo?; ¿la mujer de quién…”
      Cuentan por ahí, (aunque yo sé que él ya me acusó de mentiroso) que en una de aquellas famosas marchas que los cañeros de Artigas hacían hacia Montevideo, cuando pasaron por Salto o Paysandú, la gente de izquierda y los estudiantes lo fueron a esperar.
      Para adecuarse a las costumbres de los peludos compraron tabaco negro, hojilla y fósforo para convidar.
      Alguien le ofreció al M’hijo el completo y le dijo:
”-¿Quiere armar compañero?”
– No gracias – le respondió el M’hijo, voy a pitar un “armadito” y sacó un 100 milímetros de una caja de Bendson and Hedges y la prendió con un ronson a las…
30/03/06-16:15’     Bueno, una vez venía el M’hijo, en una formación de presos, caminando por una de las veredas que había adentro del predio del penal cuando llegó frente a un soldado que tenía un soberbio pastor alemán, bien alimentado, sujeto por la traílla.
      Orgulloso de su poderío bélico, o como un exhibicionismo de su masculinidad mantenía al perro muy próximo al borde de la vereda, así que las manos pasaban casi rozando aquellas fauces húmedas, ávidas para morder carne de “Pich”.
      Entonces ¿Qué se le ocurre hacer al M’hijo? Se para frente al perro y refregando el índice con el pulgar frente al hocico, con ese gesto que significa dinero le dice:
“-Chicho-chicho”.
      Se comió quince días de calabozo por pretender familiarizarse con un integrante de las fuerzas armadas – entre paréntesis – perro.
      El “Palomo Zampayo” –folklorista, patriota y revolucionario- que acababa de fallecer en la miseria era un tipo con humor. Y el humor es importante, no solo “porque es una manifestación superior del intelecto” como leí una vez en una definición que me gustó, sino porque muestra que se está viviendo bien, con alegría, siguiendo las leyes simples de la vida.
      Que ese delicado poeta y luchador muriese en la miseria es un síntoma de la importancia que da este pueblo a los poquitos que le pusieron el culo a la jeringa.
      Seiscientos en tres millones, 002 % ¿No?
      En el Penal de Libertad parecería que sería el último lugar del mundo donde se podría encontrar humor; pero lo había y había bastante para irritación de nuestros carceleros; que lo que no entendían es que iban a contra flecha de la vida. Porque el Socialismo y el fascismo  Necrófilo. Como sostiene Erich Fromm en “El corazón del hombre”.
11/04/06-El Palomo cayó con una combi llena de berretines, rellenados con “fierros”. Cuando lo estaban interrogando, el Palomo trataba de sacarla al corner y va y le dice al “interrogador/torturador:”
“- Pero Teniente, yo soy incapaz de matar una mosca…”
      “- Si, vos serás incapaz de matar una mosca, pero traías las máquinas de flit”.
      Esa vez el humor corrió por parte del milico.
      Y ya que empleé la palabra INCAPAZ me acordé de otra del Palomo.
      Estaba en una barraca y a un compañero le puso de sobrenombre “El Inca”.
      Al compañero le gustó y quedó un poco orgulloso con el sobrenombre; después de todo Gabriel Condorquanqui
-Tupac Amarú- era un Inca…
      Solo que se olvidó que era PAZ de apellido…
      Creo que fue una idea que los compañeros le vendieron a los milicos para salir de la celda y las barracas, creando una oportunidad más para comunicarse, o tal vez se les ocurrió a los milicos para mejorar la imagen y humanizar el penal,  el asunto fue que llenaron el predio con caminitos bordeados de flores y el Palomo era el jardinero.
      Cuando te cruzabas con él, en alguna formación, siempre te contaba de la última cruza de bichos que había hecho.    
      Una vez me dijo: -Mira Mau Mau, ahora crucé avestruz con cigüeña, pero me salió mal, me salió plumero…
      Esto que sigue no es humor, es otra parte del ser humano que vale más tal vez.
      Creo que solo conviví un día con el Palomo en la misma barraca, entre dos islazos.
Me trajeron un día y me volvieron a llevar al día siguiente. El Palomo estaba en la cucheta de arriba, desde donde, por una ventana, se veía para afuera.
Por allí andaba un tero entonces Aníbal le escribió un poema que comenzaba así: “Gracias avecilla amiga por enseñarme lo que la libertad”.
Al pobre Zampallo los milicos lo tenían podrido haciéndolo tocar la guitarra, el arpa y la quena.
Cada guardia que se relevaba se sentía con el derecho de que el Pichi les diera un recital gratis cuya asistencia era obligatoria además.
Pero Aníbal, como todo artista, tenía su corazoncito y esperaba que cuando tocaba para los compañeros en la barraca fuese escuchado. Pero como había varios compañeros que arrugaban las violas, Aníbal era uno más.
Estaba el Laucha Prieto que le había enseñado a tocar la guitarra a Los Olimareños. Entonces hizo huelga. Dejó de tocar en la barraca…
Los compañeros se dieron cuenta y fueron a hablar con él. Intransigente, mantuvo las medidas de fuerza. Volvieron a hablar con él y ahí aceptó dar un recital, al lado del tanque para calentar agua, que había ideado Lauro Salles.
Todo preparado para el recital. Si hubiera sido planeado no hubiera salido tan bien.
El Chatarra, era un compañero que desconocía en absoluto el conflicto artístico. Cuando Aníbal arrancó con los primeros acordes del arpa; completamente inocente de que se trataba de un importante recital musical, del conocido folklorista uruguayo, cuyas interpretaciones eran difundidas en radio Neederland, comenzó a martillar en el piso una chapa de cobre. ¡Ya sé que el Palomo se va a morir pensando que todo fue una joda premeditada!
Soy de Rocha, me crié en Rocha donde aprendí a bucear y a volar. Soñé, amé y me hice hombre y revolucionario. (Todo lo que un uruguayo, pequeño burgués de clase media, puede llegar a ser).
De Rocha, como de todos lados, salieron compañeros que generosamente estuvieron dispuestos a inmolarse para mejorar el País y el Mundo.
Entre ellos Antonio Corindo Viana Acosta, que el Ñato cita en un bello cuento con zapatos como “El Negro Viana” y a quién yo bauticé como el “Comandante Viana”; él se bautizó a sí mismo como “La Pantera Negra”.
Antonio es de los pocos compañeros que los racistas denominan una persona de humilde color. Era hijo de un sargento del cuartel de Rocha, a quién él merecidamente ascendió a coronel. Se había criado dentro del cuartel y a los milicos los conocía muy bien. Tan bien, que en el penal jugó a la bolita con ellos e hizo lo que quiso.
Una vez estaba en una leonera de la Isla y vino un capitancito a verduguearlo.
Entonces Antonio le preguntó: -¿Qué grado tiene Ud.?
- ¡Capitán!.
Antonio le dio la espalda y le dijo:
“- No hablo con periféricos, que venga el Capitán a hablar conmigo…?”; ¿Qué iba a hacer el pobre milico? Se tuvo que ir.
Durante todo el tiempo que estuvo preso Antonio mantuvo una permanente guerra sicológica contra los milicos y nos les aflojaba ni un tranco ‘e’ pollo, lo cuál los desgastó un poco, digo yo.
Hay que reconocer que los milicos son muy creativos cuando se trata de buscar motivos para mortificar. Es su principal ocupación y ya tienen una larga tradición en su ejercicio; porque la practican entre ellos mismos, la “Ley del Gallinero” de que “El de arriba caga al de abajo” es ideal para eso.
Casualmente nosotros estábamos en el palo de más abajo. Así cualquier miliquito, cuando tenía que practicar tan noble placer, no dejaba de hacerlo. Hasta los grifos de las duchas eran usados para eso. El original y refinado humor castrense era empleado:
“-Tienen tres minutos para bañarse y ya van dos”. Un día Antonio estaba todo enjabonado cuando el milico ordenó marcialmente:
“-Cierre el grifo recluso!” Antonio no dijo nada, recogió la toalla y el short y salió caminando tranquilamente hacia su celda luciendo la albísima espuma en un bello contraste con su piel negra.
Una vez estaba el mayor Mario Mauriño, jefe del celdario y reconocido torturador, que ya salió de la reserva porque le dieron la baja definitiva (que Dios lo tenga), en la enfermería; cuando sonó el teléfono y atendió el perro (ese mismo perro que ahora es Secretario del Presidente de la República ¡lo que es la vida! Quién te ha visto y quién te ve, antes te decían Margarita y ahora te baten Margot).
El perro escuchó y le extendió el tuvo al mayor:
“-Viana”. Nada más.
Mientras extendía el brazo para alcanzar el tuvo, completamente desmoralizado, con un tono de resignación dijo:
“-¿Qué habrá hecho ahora?”.
*.*.*
04/06/06-Otro par de héroes pintorescos que dio Rocha fueron “Los Pájaros Abreu: Edison y Rafael”, dos hermanos hijos de un capitán del ejército retirado, merecieron por eso un trato “especial” en la máquina, les dieron el doble.
A uno le decían El Pájaro y al otro El Cotorra aunque los sobre nombres eran genéricos e intercambiables, el primero generalmente más usado para referirse a Rafael y el segundo a Edison.
Números 459 y 460. Habían llegados juntos al celdario, pero como estaban en piso diferentes, uno le gritaba al otro por la ventana: “-Hermano Cotorra”.
Un día Edison estaba en la Isla y un oficialito va a verduguearlo y le dice:
“- Cualquier cosa verde que entre en la celda Ud. se para, oyó recluso?”. Y el Cotorra (en lo sucesivo usaremos el sobrenombre para referirnos a Edison) le contesta:
“- Y cuando hay salpicón también?”; (el salpicón llevaba lechuga)
Conocidos y amigos de toda la vida, durante un tiempo conviví en la misma barraca, con Edison.
Una vez el cotorra chico, como también se le conocía por ser el menor, estaba de fogonero y se puso a abrir rolos de eucaliptos para hacer astillas. Para rajarlos le introducíamos unas cuñas de hierro. Entonces el Cotorra queriendo hacerse el “Tarzán”, con la cuña ya introducida invierte el rolo, con la cuña para abajo y mete ocho de sus diez dedos en la rajadura y comienza a hacer fuerza para rajarla. Pero la cuña se salió y el rolo le apretó los dedos de las dos manos, transformándose en unas esposas ecológicas…
No había nada que se pudiera hacer, entonces Edison le dice al primer compañero ¿Qué pasa? En el léxico particular de los rochenses:
“ - Oye tú, socórreme”.
Otra vez era verano y hacía mucho calor en la barraca. Algunos de nosotros en short, (que antiguamente se le llamaban  pantalón de fútbol) estábamos sentados en el frío piso de cemento, para refrescarnos con las manos hacia atrás.
Viene un compañero y se va para detrás de Edison. El Cotorra se da vuelta y le pregunta:
“- Oye tú: ¿tú crees en el más allá?” el compañero desconcertado por la inusual pregunta le responde:
“- Y si… creo…”
“- Entonces pone la pata más allá que me estás pisando un dedo…”
Estaría siendo injusto, sectario y discriminatorio si ignorase el valioso aporte que proporcionaron los militares a este libro.
Por el contrario, deseo expresar, mi agradecimiento a figuras destacadísimas, entre las que descolla el mayor Ariel Monje. Lamentablemente ya desaparecido, con lo que nos vemos privados de tan valiosa fuente de material.
Murió cristianamente, lo encontraron boca abajo, en el barro, con los brazos en cruz. No se si era cristiano, lo que sí sé es que era alcohólico, lo que provocaba que se cayese en el barro; como una vez que venía del celdario para el sector de barracas –donde era el jefe- y se cayó en la cuneta.
 Parecía un personaje escapado de aquellas películas yanquis sobre la segunda guerra mundial, donde ellos eran los buenos y los alemanes los malos.
Breches de montar, botas altas y andaba con una fusta. Un nazi criollo completo incluido el cerebro que pudiese tener brillante sentido del humor, eso sí.
A poco de asumir como Jefe de barracas, se apareció en la que yo estaba, tarde de la noche -mamado claro- con milicos, perros y granadas.
Lo sentí venir pero me hice el dormido. Pero un compañero sumergido en el libro que estaba leyendo la quedó. El mayor monje desde su equilibrio inestable lo señala con la fusta y le dice balbuceando:
“- Mañana usted le dice a los Pichis que les vamos a pelar la coruja a todos ¿Me entendió?
“-Sí señor mayor”.
Y repitió:
“- Mañana dígale a los otros pichis que les vamos a pelar la coruja a todos” y se da vueltas para salir.
El Pittín Rigueti –que creo anda por Suecia- también era de Rivera como Monje y había sido novio de la actual esposa del mayor. El Pittín cuando supo que Monje venía de jefe debe haber pensado que difícilmente su futuro podía ser promisorio y tenía razón, porque cuando el mayor pasó frente a su cucheta y lo reconoció dijo:
“- Y a éste también…”
Otra vez, yo estaba en una barraca y llegó él, con su séquito, mamao, como siempre, a hacer un malón, a provocar. Entre cucheta y cucheta había una cartulina de dimensiones específicas y pegadas a la pared en la forma ordenada según las disposiciones al respecto, donde los reclusos podían tener determinadas cantidad de fotos, de dimensiones determinadas también, de familiares debidamente identificados, claro. Monje llegó a la primera cucheta, miró las fotos, sacudió la cabeza dijo:
“- Hummm” y pasó a la siguiente; miró las fotos e igual, sacudió la cabeza y murmuró:
“-Hummm”. En la tercera no se contuvo, se abalanzó un poco hacia delante y hacia atrás y dijo:
“- ¡Pero que minas tienen estos Piches!”
Dos por tres aparecía en la barraca cuatro, miraba todo y en una estantería que había al fondo donde las compañeras guardaban una cuerda gruesa que usaban para saltar en “un ángulo muerto” del “televisor” en el que la guardia no veía.
Monje estaba intrigado con la cuerda y en el lenguaje balbuceante de los mamados se preguntó a sí mismo:
“- ¿Pa que la usarán? ¿He?”
Una de las veces no se pudo contener y le preguntó a un compañero que estaba sentado en la primera cucheta, tejiendo en un telar al lado de la estantería:
“- Dígame, pa que usan esta cuerda?”
El compañero –al que estoy viendo en la memoria- rápido como un rayo le responde:
“- Estamos haciendo una red de voleibol mayor”.
Monje decepcionado y frustrado tiró la cuerda en la estantería y dice:
”- No precisaba mentir” 
La guerra se libró en todos los frentes alrededor del penal, había unos montes de eucaliptos de donde nos dejaban cortar leña para alimentar los ingenios que había craneado la Ing. Lauro Saller, para calentar el agua para el mate.
El mayor Monje suspendió la salida para cortar leña lo que provocó una grave crisis energética en las barracas que determinó una campaña masiva para obtener combustible: todo se reciclaba. ¿Uds. Saben que los huesos arden y que el pan proporciona una bella llama azul?
Un día apareció Monje en la barraca uno y le dice al “fogonero”:
-“- A ver: abra ahí…”
El ingenio de Lauro, construido con un tambor de 200 Lts., tenía una puertita para abastecer el fuego. Dentro había un lánguido fueguito y medio pan. Entonces, regocijado con sus logros, Monje dice:
“- Ah! Así que están galgueando. ¿Eh?” y se retiró feliz de su triunfo militar.
      Años atrás fui a visitar a ese entrañable compañero que es el Dr. Pablo Blanco y le hablé de mi proyecto de escribir “El humor en la Cárcel”; el tenía que ir a dar clase a la Facultad de Odontología, pero me dice cuando pasamos por El Hispano:
“- Mira Mau Mau, no voy nada a la Facultad. Vamos a entrar aquí a comernos una pizza que te voy a contar una. Si habrá habido humor, una vez un compañero cuando va a salir para la visita encuentra una cuerda embagayada en la celda; el otro compañero ya estaba en la visita y resultaba evidente que al regreso cuando estuviese solo en la celda se daría “el cuerdazo”.
      Entonces al primero se le ocurre debilitar un poco la cuerda con una gillette que tenía embagallada.
      Va a la visita preocupado, regresa a la celda y encuentra a su compañero retorciéndose de dolor en la cucheta, que le dice:
      “- ¿Pero que hiciste hijo de puta? Me quebré una pierna…!”
      Humor negro, pero humor al fin.
      A los milicos se les dijo que se había fracturado jugando al fútbol. Cada suicidio era una derrota más. Uno más que nos ganaban.
Humor negro, pero humor al fin.
      En mayo del 74 los milicos de Rocha nos metieron en uno de esos camiones que gastan 10 Lts. de gasolina cada 15 Kms. Y nos llevaron a Estela a Treinta y Tres, donde quedó al cuidado de un Capitán Alves encargado de verduguiar a las gurisas, el mismo que en Minas pagaba las reparaciones de su auto con vales de nafta y que después fue encargado del “Servicio de Bienestar y Recreación…” (SIC) del EMR-1 y al Coco, Carlitos y a mí a Melo donde nos metieron a cada uno en un calabozo.
14/07/06-Una madrugada, todavía de noche, abren el calabozo, nos encapuchan y nos llevan al baño cruzando la Plaza de Armas, con un perro al lado que nos tiraba viajes a las manos…
      Cuando el hocico pasaba cerca, se sentía el calorcito del aliento. Como de entrada le sentí mala tos al gato, dije que no necesitaba ir al baño. No adelantó:
      “- Tiene que mear, es una orden!” De regreso al calabozo nos entraron a dar alternadamente a Carlitos, al Coco y a mí. Iban de calabozo en calabozo. Encapuchados, contra la pared, nos daban de atrás.
      “- Parece mentira ¡Pum! Que en un país libre y democrático como este ¡Pum!…”
      A la tercera ronda me deje caer al suelo y comencé a quejarme, ahí aflojaron porque como comencé a sospechar –y confirmé después- se trataba de un libretazo. Poco después aclaró y mas tarde trajeron “el desayuno”: un jarrito chico de aluminio con café de cebada y una galletita cuadradita de 5 cmts. de lado.
      Dejé todo en el piso sin tocarlo aunque se me iban los ojos. Enseguida de la frugal cena uno ya se ponía a pensar en “el desayuno”.
En el calabozo había una silla. Me senté a caballo y apoyé los brazos y la cabeza sobre el respaldo. Sabía que a las ocho cambiaba la guardia. Cuando entraba el Sto. Había que pararse. No me paré.
“- ¿Porque no se para Ud.?”
“- Disculpe Sto. Es que estoy con un dolor aquí al costado…”
“- ¿Qué? ¿Ud. sufre del hígado?” (se ve que era un milico versado en medicina…).
“- No, fue un culatazo”.
“- ¡Ah! Allá en Rocha…?”
“- No, aquí, en Melo”.
“- ¿¡Cómo que aquí!?
Ahí me paré –ya un poco mejor- y le dije:
“- No entiendo, estamos procesados…”.
El Sto. Se puso nervioso y sacó una cajilla de Ritchmond. Aproveché, le manioté la caja y le dije:
“- ¡Déme un cigarro! Creo que ni se dio cuenta. Ardió troya que era lo que yo esperaba.
Al rato vino un Capitán a interrogarme. Le digo:
“- Mire Capitán, yo quería pedirle…”
“- Ud. no tiene derecho a pedir nada, limítese a contestar lo que le pregunto”.
“- No, lo que yo quería pedirle era que no sancionase a esos soldados porque no son responsables, el olor a caña volteaba…”
Se fue, al rato: baño, corte de pelo, barba y nos trasladaban para la barraca donde ya había treinta o cuarenta compañeros.
Fue muy emocionante encontrarse con los primeros compañeros, sentir ese calor, casi diría ternura que sustenta ese sentimiento único, tan diferenciado de la amistad y del amor y que sin embargo conlleva todo eso.
Cuando nos fuimos a bañar, a Carlitos Martínez las marcas que le habían dejado los culatazos mostraban hasta las cabezas de los tornillos…
De vez en cuando, nos hacían salir de la barraca -agachados- a través de una doble trampa de alambre tejido al patio; al “recreo”.
Una vez uno de “los veteranos” que tenían un eficiente servicio de informaciones montado, me señala tres milicos que pasan con brochas y baldes de cal, todos pintados de blanco ellos mismos y me dice:
“- ¿Ves esos tres milicos todos cagados de cal que pasaron ahí?” Bueno, esos fueron los que se mandaron el libretazo y les dieron la paliza; los tienes arrestados y los pusieron a blanquear el cuartel…
Estuvimos unos meses en Melo donde comíamos mondongo con mierda y todo y un día circuló el “bolazo” que nos iban a trasladar al Penal de Libertad.
Llegamos en uno de esos camiones GMN de tres ejes que hacen 1.5 Km./Lts. y que una vez que pude mirar el surtidor, por debajo de la capucha, cuando llenaron el tanque, pensé que ese “gobierno” no podía tener futuro si gastaba tanta plata para transportar algunos otarios sin importancia.
Bueno, por algo en doce años aumentaron la deuda externa de 500 para 6.000 millones de dólares…
Después los gobiernos “Democráticos” la aumentaron diez mil millones más en veinte años.


     
     
       
     
EL HUMOR EN LA CARCEL

30/03/06-12:10’ Cuentan que cuando Grabriel García Márquez comenzó a escribir su célebre “Cien años de Soledad”, el carnicero ya no le fiaba más carne; sin embargo, a pesar que esas condiciones no son las más apropiadas para escribir una obra tan llena de agudo ingenio y punzante humor, lo consiguió.
      Digo esto, porque ese ejemplo me anima a iniciar hoy este mi primer libro, sin tener un solo dólar en el bolsillo y tratándose de humor; que también puede ser una forma de llanto. Este libro no podría escribirse sin la colaboración desinteresada y espontánea de todos los actores reales que aportaron el material que le sirve de base.
      El parecido con la realidad no es mera coincidencia, como lo pueden atestiguar más de 2872 (fueron 2873) “Pichis” (1) que pasaron por el añorado EMR-1 “Establecimiento Militar de Reclusión Nº 1” que conoció días bien más gloriosos que los actuales, cuando lejos de albergar comunes lesadores de la propiedad privada, era un depósito –por tiempo indefinido- de uniformados y rapados enemigos de estas benditas democracias; dignos de ser exhibidos a las cúpulas militares y a los cuerpos diplomáticos con legítimo orgullo en su moderno producto final, muy superior al jabón artesanal de los nazis.
30/03/06-12:32’     El humor comenzaba antes entrar.
      Sobre el portal había una frase que decía: “Aquí se viene a cumplir”, después cuando había que pararse de espaldas a la guardia, con las manos atrás, uno no podía dejar de leer un cartelito colgado de las rejas con esta solemne sentencia: “Siempre es a último momento que un pelotón de soldados salva la civilización”
¡Tomá p’a tu tía Eulalia!



(1) Cariñoso sobrenombre genérico que diferenciaba a los enemigos de la patria de los salvadores de civilizaciones. Diminutivo de bichicome, equivalente del inglés “beachcomber” denominación que se daba a los marineros que desembarcaban en las Islas Polinesias y que dormían en las playas.


Es claro que como mi formación militar era mínima y solo se restringía haber hecho tiro ciudadano en el Cuartel de Rocha (donde entré 3º en un campeonato y el premio fueron 100 balas) (2), haber estudiado matemáticas con el Teniente Juan Gargiulo y mi breve pasaje por la Escuela de Aeronáutica Militar, no sabía que los métodos empleados para salvar civilizaciones son tan heterodoxos como llevarse los suministros -por ejemplo– o inflar los presupuestos, todos ellos elementos que alimentan el humor como una vez que de tarde, bajó un equipo de presos para descargar un camión de carne.
      A las 3 de la mañana de la madrugada siguiente bajó el equipo de cocina para calentar el mate y preparar el desayuno.
      No quedaba un gramo de carne en la cámara frigorífica. Todo esto: ¿no es humor también?  
      (2) Que me fueron entregadas personalmente por el Jefe de Batallón de Infantería Nº12 el Tte. Cnel. Ventura Rodríguez Boicochea, que aparece escrachado en “Incide the Company” de Philip Agee como agente de la CIA y que siendo Jefe de Policía de Montevideo le alquiló un apartamento de un sobrino para hacerles una ratonera a los asaltantes argentinos del Edificio Liberaij. También le retenía el sueldo a todos los milicos por 20 días y con los intereses le compró un Chevrolet Malibú.
El problema de darle de comer a los presos fue resuelto utilizando la carne destinada a los perros cuya ración (per-capita de perro) era superior a la nuestra. 
El inesperado resultado de esa decisión fue que ya generosamente ultra pasada la hora habitual del almuerzo perruno, éstos decidieron reclamar ruidosamente ladrando todos al unísono.
      Ya que estamos hablando de perros militares  o mejor dicho: militares perros, recuerdo un caso que ocurrió con uno de ellos: “el M’hijo”.El M’hijo era un cañero de Artigas: bajito, carrancudo, vivo, conocido del Bebe desde mucho tiempo atrás; con una formación política que ya lo querrían para ellos, muchos intelectuales izquierdistas que andan por ahí. El sobre nombre del M’hijo le venía porque cuando se acercaba un grupo, no importando de que tema estuviesen hablando, él siempre preguntaba:
“-¿La mujer de quién m’hijo?; ¿la mujer de quién…”
      Cuentan por ahí, (aunque yo sé que él ya me acusó de mentiroso) que en una de aquellas famosas marchas que los cañeros de Artigas hacían hacia Montevideo, cuando pasaron por Salto o Paysandú, la gente de izquierda y los estudiantes lo fueron a esperar.
      Para adecuarse a las costumbres de los peludos compraron tabaco negro, hojilla y fósforo para convidar.
      Alguien le ofreció al M’hijo el completo y le dijo:
”-¿Quiere armar compañero?”
– No gracias – le respondió el M’hijo, voy a pitar un “armadito” y sacó un 100 milímetros de una caja de Bendson and Hedges y la prendió con un ronson a las…
30/03/06-16:15’     Bueno, una vez venía el M’hijo, en una formación de presos, caminando por una de las veredas que había adentro del predio del penal cuando llegó frente a un soldado que tenía un soberbio pastor alemán, bien alimentado, sujeto por la traílla.
      Orgulloso de su poderío bélico, o como un exhibicionismo de su masculinidad mantenía al perro muy próximo al borde de la vereda, así que las manos pasaban casi rozando aquellas fauces húmedas, ávidas para morder carne de “Pich”.
      Entonces ¿Qué se le ocurre hacer al M’hijo? Se para frente al perro y refregando el índice con el pulgar frente al hocico, con ese gesto que significa dinero le dice:
“-Chicho-chicho”.
      Se comió quince días de calabozo por pretender familiarizarse con un integrante de las fuerzas armadas – entre paréntesis – perro.
      El “Palomo Zampayo” –folklorista, patriota y revolucionario- que acababa de fallecer en la miseria era un tipo con humor. Y el humor es importante, no solo “porque es una manifestación superior del intelecto” como leí una vez en una definición que me gustó, sino porque muestra que se está viviendo bien, con alegría, siguiendo las leyes simples de la vida.
      Que ese delicado poeta y luchador muriese en la miseria es un síntoma de la importancia que da este pueblo a los poquitos que le pusieron el culo a la jeringa.
      Seiscientos en tres millones, 002 % ¿No?
      En el Penal de Libertad parecería que sería el último lugar del mundo donde se podría encontrar humor; pero lo había y había bastante para irritación de nuestros carceleros; que lo que no entendían es que iban a contra flecha de la vida. Porque el Socialismo y el fascismo  Necrófilo. Como sostiene Erich Fromm en “El corazón del hombre”.
11/04/06-El Palomo cayó con una combi llena de berretines, rellenados con “fierros”. Cuando lo estaban interrogando, el Palomo trataba de sacarla al corner y va y le dice al “interrogador/torturador:”
“- Pero Teniente, yo soy incapaz de matar una mosca…”
      “- Si, vos serás incapaz de matar una mosca, pero traías las máquinas de flit”.
      Esa vez el humor corrió por parte del milico.
      Y ya que empleé la palabra INCAPAZ me acordé de otra del Palomo.
      Estaba en una barraca y a un compañero le puso de sobrenombre “El Inca”.
      Al compañero le gustó y quedó un poco orgulloso con el sobrenombre; después de todo Gabriel Condorquanqui
-Tupac Amarú- era un Inca…
      Solo que se olvidó que era PAZ de apellido…
      Creo que fue una idea que los compañeros le vendieron a los milicos para salir de la celda y las barracas, creando una oportunidad más para comunicarse, o tal vez se les ocurrió a los milicos para mejorar la imagen y humanizar el penal,  el asunto fue que llenaron el predio con caminitos bordeados de flores y el Palomo era el jardinero.
      Cuando te cruzabas con él, en alguna formación, siempre te contaba de la última cruza de bichos que había hecho.    
      Una vez me dijo: -Mira Mau Mau, ahora crucé avestruz con cigüeña, pero me salió mal, me salió plumero…
      Esto que sigue no es humor, es otra parte del ser humano que vale más tal vez.
      Creo que solo conviví un día con el Palomo en la misma barraca, entre dos islazos.
Me trajeron un día y me volvieron a llevar al día siguiente. El Palomo estaba en la cucheta de arriba, desde donde, por una ventana, se veía para afuera.
Por allí andaba un tero entonces Aníbal le escribió un poema que comenzaba así: “Gracias avecilla amiga por enseñarme lo que la libertad”.
Al pobre Zampallo los milicos lo tenían podrido haciéndolo tocar la guitarra, el arpa y la quena.
Cada guardia que se relevaba se sentía con el derecho de que el Pichi les diera un recital gratis cuya asistencia era obligatoria además.
Pero Aníbal, como todo artista, tenía su corazoncito y esperaba que cuando tocaba para los compañeros en la barraca fuese escuchado. Pero como había varios compañeros que arrugaban las violas, Aníbal era uno más.
Estaba el Laucha Prieto que le había enseñado a tocar la guitarra a Los Olimareños. Entonces hizo huelga. Dejó de tocar en la barraca…
Los compañeros se dieron cuenta y fueron a hablar con él. Intransigente, mantuvo las medidas de fuerza. Volvieron a hablar con él y ahí aceptó dar un recital, al lado del tanque para calentar agua, que había ideado Lauro Salles.
Todo preparado para el recital. Si hubiera sido planeado no hubiera salido tan bien.
El Chatarra, era un compañero que desconocía en absoluto el conflicto artístico. Cuando Aníbal arrancó con los primeros acordes del arpa; completamente inocente de que se trataba de un importante recital musical, del conocido folklorista uruguayo, cuyas interpretaciones eran difundidas en radio Neederland, comenzó a martillar en el piso una chapa de cobre. ¡Ya sé que el Palomo se va a morir pensando que todo fue una joda premeditada!
Soy de Rocha, me crié en Rocha donde aprendí a bucear y a volar. Soñé, amé y me hice hombre y revolucionario. (Todo lo que un uruguayo, pequeño burgués de clase media, puede llegar a ser).
De Rocha, como de todos lados, salieron compañeros que generosamente estuvieron dispuestos a inmolarse para mejorar el País y el Mundo.
Entre ellos Antonio Corindo Viana Acosta, que el Ñato cita en un bello cuento con zapatos como “El Negro Viana” y a quién yo bauticé como el “Comandante Viana”; él se bautizó a sí mismo como “La Pantera Negra”.
Antonio es de los pocos compañeros que los racistas denominan una persona de humilde color. Era hijo de un sargento del cuartel de Rocha, a quién él merecidamente ascendió a coronel. Se había criado dentro del cuartel y a los milicos los conocía muy bien. Tan bien, que en el penal jugó a la bolita con ellos e hizo lo que quiso.
Una vez estaba en una leonera de la Isla y vino un capitancito a verduguearlo.
Entonces Antonio le preguntó: -¿Qué grado tiene Ud.?
- ¡Capitán!.
Antonio le dio la espalda y le dijo:
“- No hablo con periféricos, que venga el Capitán a hablar conmigo…?”; ¿Qué iba a hacer el pobre milico? Se tuvo que ir.
Durante todo el tiempo que estuvo preso Antonio mantuvo una permanente guerra sicológica contra los milicos y nos les aflojaba ni un tranco ‘e’ pollo, lo cuál los desgastó un poco, digo yo.
Hay que reconocer que los milicos son muy creativos cuando se trata de buscar motivos para mortificar. Es su principal ocupación y ya tienen una larga tradición en su ejercicio; porque la practican entre ellos mismos, la “Ley del Gallinero” de que “El de arriba caga al de abajo” es ideal para eso.
Casualmente nosotros estábamos en el palo de más abajo. Así cualquier miliquito, cuando tenía que practicar tan noble placer, no dejaba de hacerlo. Hasta los grifos de las duchas eran usados para eso. El original y refinado humor castrense era empleado:
“-Tienen tres minutos para bañarse y ya van dos”. Un día Antonio estaba todo enjabonado cuando el milico ordenó marcialmente:
“-Cierre el grifo recluso!” Antonio no dijo nada, recogió la toalla y el short y salió caminando tranquilamente hacia su celda luciendo la albísima espuma en un bello contraste con su piel negra.
Una vez estaba el mayor Mario Mauriño, jefe del celdario y reconocido torturador, que ya salió de la reserva porque le dieron la baja definitiva (que Dios lo tenga), en la enfermería; cuando sonó el teléfono y atendió el perro (ese mismo perro que ahora es Secretario del Presidente de la República ¡lo que es la vida! Quién te ha visto y quién te ve, antes te decían Margarita y ahora te baten Margot).
El perro escuchó y le extendió el tuvo al mayor:
“-Viana”. Nada más.
Mientras extendía el brazo para alcanzar el tuvo, completamente desmoralizado, con un tono de resignación dijo:
“-¿Qué habrá hecho ahora?”.
*.*.*
04/06/06-Otro par de héroes pintorescos que dio Rocha fueron “Los Pájaros Abreu: Edison y Rafael”, dos hermanos hijos de un capitán del ejército retirado, merecieron por eso un trato “especial” en la máquina, les dieron el doble.
A uno le decían El Pájaro y al otro El Cotorra aunque los sobre nombres eran genéricos e intercambiables, el primero generalmente más usado para referirse a Rafael y el segundo a Edison.
Números 459 y 460. Habían llegados juntos al celdario, pero como estaban en piso diferentes, uno le gritaba al otro por la ventana: “-Hermano Cotorra”.
Un día Edison estaba en la Isla y un oficialito va a verduguearlo y le dice:
“- Cualquier cosa verde que entre en la celda Ud. se para, oyó recluso?”. Y el Cotorra (en lo sucesivo usaremos el sobrenombre para referirnos a Edison) le contesta:
“- Y cuando hay salpicón también?”; (el salpicón llevaba lechuga)
Conocidos y amigos de toda la vida, durante un tiempo conviví en la misma barraca, con Edison.
Una vez el cotorra chico, como también se le conocía por ser el menor, estaba de fogonero y se puso a abrir rolos de eucaliptos para hacer astillas. Para rajarlos le introducíamos unas cuñas de hierro. Entonces el Cotorra queriendo hacerse el “Tarzán”, con la cuña ya introducida invierte el rolo, con la cuña para abajo y mete ocho de sus diez dedos en la rajadura y comienza a hacer fuerza para rajarla. Pero la cuña se salió y el rolo le apretó los dedos de las dos manos, transformándose en unas esposas ecológicas…
No había nada que se pudiera hacer, entonces Edison le dice al primer compañero ¿Qué pasa? En el léxico particular de los rochenses:
“ - Oye tú, socórreme”.
Otra vez era verano y hacía mucho calor en la barraca. Algunos de nosotros en short, (que antiguamente se le llamaban  pantalón de fútbol) estábamos sentados en el frío piso de cemento, para refrescarnos con las manos hacia atrás.
Viene un compañero y se va para detrás de Edison. El Cotorra se da vuelta y le pregunta:
“- Oye tú: ¿tú crees en el más allá?” el compañero desconcertado por la inusual pregunta le responde:
“- Y si… creo…”
“- Entonces pone la pata más allá que me estás pisando un dedo…”
Estaría siendo injusto, sectario y discriminatorio si ignorase el valioso aporte que proporcionaron los militares a este libro.
Por el contrario, deseo expresar, mi agradecimiento a figuras destacadísimas, entre las que descolla el mayor Ariel Monje. Lamentablemente ya desaparecido, con lo que nos vemos privados de tan valiosa fuente de material.
Murió cristianamente, lo encontraron boca abajo, en el barro, con los brazos en cruz. No se si era cristiano, lo que sí sé es que era alcohólico, lo que provocaba que se cayese en el barro; como una vez que venía del celdario para el sector de barracas –donde era el jefe- y se cayó en la cuneta.
 Parecía un personaje escapado de aquellas películas yanquis sobre la segunda guerra mundial, donde ellos eran los buenos y los alemanes los malos.
Breches de montar, botas altas y andaba con una fusta. Un nazi criollo completo incluido el cerebro que pudiese tener brillante sentido del humor, eso sí.
A poco de asumir como Jefe de barracas, se apareció en la que yo estaba, tarde de la noche -mamado claro- con milicos, perros y granadas.
Lo sentí venir pero me hice el dormido. Pero un compañero sumergido en el libro que estaba leyendo la quedó. El mayor monje desde su equilibrio inestable lo señala con la fusta y le dice balbuceando:
“- Mañana usted le dice a los Pichis que les vamos a pelar la coruja a todos ¿Me entendió?
“-Sí señor mayor”.
Y repitió:
“- Mañana dígale a los otros pichis que les vamos a pelar la coruja a todos” y se da vueltas para salir.
El Pittín Rigueti –que creo anda por Suecia- también era de Rivera como Monje y había sido novio de la actual esposa del mayor. El Pittín cuando supo que Monje venía de jefe debe haber pensado que difícilmente su futuro podía ser promisorio y tenía razón, porque cuando el mayor pasó frente a su cucheta y lo reconoció dijo:
“- Y a éste también…”
Otra vez, yo estaba en una barraca y llegó él, con su séquito, mamao, como siempre, a hacer un malón, a provocar. Entre cucheta y cucheta había una cartulina de dimensiones específicas y pegadas a la pared en la forma ordenada según las disposiciones al respecto, donde los reclusos podían tener determinadas cantidad de fotos, de dimensiones determinadas también, de familiares debidamente identificados, claro. Monje llegó a la primera cucheta, miró las fotos, sacudió la cabeza dijo:
“- Hummm” y pasó a la siguiente; miró las fotos e igual, sacudió la cabeza y murmuró:
“-Hummm”. En la tercera no se contuvo, se abalanzó un poco hacia delante y hacia atrás y dijo:
“- ¡Pero que minas tienen estos Piches!”
Dos por tres aparecía en la barraca cuatro, miraba todo y en una estantería que había al fondo donde las compañeras guardaban una cuerda gruesa que usaban para saltar en “un ángulo muerto” del “televisor” en el que la guardia no veía.
Monje estaba intrigado con la cuerda y en el lenguaje balbuceante de los mamados se preguntó a sí mismo:
“- ¿Pa que la usarán? ¿He?”
Una de las veces no se pudo contener y le preguntó a un compañero que estaba sentado en la primera cucheta, tejiendo en un telar al lado de la estantería:
“- Dígame, pa que usan esta cuerda?”
El compañero –al que estoy viendo en la memoria- rápido como un rayo le responde:
“- Estamos haciendo una red de voleibol mayor”.
Monje decepcionado y frustrado tiró la cuerda en la estantería y dice:
”- No precisaba mentir” 
La guerra se libró en todos los frentes alrededor del penal, había unos montes de eucaliptos de donde nos dejaban cortar leña para alimentar los ingenios que había craneado la Ing. Lauro Saller, para calentar el agua para el mate.
El mayor Monje suspendió la salida para cortar leña lo que provocó una grave crisis energética en las barracas que determinó una campaña masiva para obtener combustible: todo se reciclaba. ¿Uds. Saben que los huesos arden y que el pan proporciona una bella llama azul?
Un día apareció Monje en la barraca uno y le dice al “fogonero”:
-“- A ver: abra ahí…”
El ingenio de Lauro, construido con un tambor de 200 Lts., tenía una puertita para abastecer el fuego. Dentro había un lánguido fueguito y medio pan. Entonces, regocijado con sus logros, Monje dice:
“- Ah! Así que están galgueando. ¿Eh?” y se retiró feliz de su triunfo militar.
      Años atrás fui a visitar a ese entrañable compañero que es el Dr. Pablo Blanco y le hablé de mi proyecto de escribir “El humor en la Cárcel”; el tenía que ir a dar clase a la Facultad de Odontología, pero me dice cuando pasamos por El Hispano:
“- Mira Mau Mau, no voy nada a la Facultad. Vamos a entrar aquí a comernos una pizza que te voy a contar una. Si habrá habido humor, una vez un compañero cuando va a salir para la visita encuentra una cuerda embagayada en la celda; el otro compañero ya estaba en la visita y resultaba evidente que al regreso cuando estuviese solo en la celda se daría “el cuerdazo”.
      Entonces al primero se le ocurre debilitar un poco la cuerda con una gillette que tenía embagallada.
      Va a la visita preocupado, regresa a la celda y encuentra a su compañero retorciéndose de dolor en la cucheta, que le dice:
      “- ¿Pero que hiciste hijo de puta? Me quebré una pierna…!”
      Humor negro, pero humor al fin.
      A los milicos se les dijo que se había fracturado jugando al fútbol. Cada suicidio era una derrota más. Uno más que nos ganaban.
Humor negro, pero humor al fin.
      En mayo del 74 los milicos de Rocha nos metieron en uno de esos camiones que gastan 10 Lts. de gasolina cada 15 Kms. Y nos llevaron a Estela a Treinta y Tres, donde quedó al cuidado de un Capitán Alves encargado de verduguiar a las gurisas, el mismo que en Minas pagaba las reparaciones de su auto con vales de nafta y que después fue encargado del “Servicio de Bienestar y Recreación…” (SIC) del EMR-1 y al Coco, Carlitos y a mí a Melo donde nos metieron a cada uno en un calabozo.
14/07/06-Una madrugada, todavía de noche, abren el calabozo, nos encapuchan y nos llevan al baño cruzando la Plaza de Armas, con un perro al lado que nos tiraba viajes a las manos…
      Cuando el hocico pasaba cerca, se sentía el calorcito del aliento. Como de entrada le sentí mala tos al gato, dije que no necesitaba ir al baño. No adelantó:
      “- Tiene que mear, es una orden!” De regreso al calabozo nos entraron a dar alternadamente a Carlitos, al Coco y a mí. Iban de calabozo en calabozo. Encapuchados, contra la pared, nos daban de atrás.
      “- Parece mentira ¡Pum! Que en un país libre y democrático como este ¡Pum!…”
      A la tercera ronda me deje caer al suelo y comencé a quejarme, ahí aflojaron porque como comencé a sospechar –y confirmé después- se trataba de un libretazo. Poco después aclaró y mas tarde trajeron “el desayuno”: un jarrito chico de aluminio con café de cebada y una galletita cuadradita de 5 cmts. de lado.
      Dejé todo en el piso sin tocarlo aunque se me iban los ojos. Enseguida de la frugal cena uno ya se ponía a pensar en “el desayuno”.
En el calabozo había una silla. Me senté a caballo y apoyé los brazos y la cabeza sobre el respaldo. Sabía que a las ocho cambiaba la guardia. Cuando entraba el Sto. Había que pararse. No me paré.
“- ¿Porque no se para Ud.?”
“- Disculpe Sto. Es que estoy con un dolor aquí al costado…”
“- ¿Qué? ¿Ud. sufre del hígado?” (se ve que era un milico versado en medicina…).
“- No, fue un culatazo”.
“- ¡Ah! Allá en Rocha…?”
“- No, aquí, en Melo”.
“- ¿¡Cómo que aquí!?
Ahí me paré –ya un poco mejor- y le dije:
“- No entiendo, estamos procesados…”.
El Sto. Se puso nervioso y sacó una cajilla de Ritchmond. Aproveché, le manioté la caja y le dije:
“- ¡Déme un cigarro! Creo que ni se dio cuenta. Ardió troya que era lo que yo esperaba.
Al rato vino un Capitán a interrogarme. Le digo:
“- Mire Capitán, yo quería pedirle…”
“- Ud. no tiene derecho a pedir nada, limítese a contestar lo que le pregunto”.
“- No, lo que yo quería pedirle era que no sancionase a esos soldados porque no son responsables, el olor a caña volteaba…”
Se fue, al rato: baño, corte de pelo, barba y nos trasladaban para la barraca donde ya había treinta o cuarenta compañeros.
Fue muy emocionante encontrarse con los primeros compañeros, sentir ese calor, casi diría ternura que sustenta ese sentimiento único, tan diferenciado de la amistad y del amor y que sin embargo conlleva todo eso.
Cuando nos fuimos a bañar, a Carlitos Martínez las marcas que le habían dejado los culatazos mostraban hasta las cabezas de los tornillos…
De vez en cuando, nos hacían salir de la barraca -agachados- a través de una doble trampa de alambre tejido al patio; al “recreo”.
Una vez uno de “los veteranos” que tenían un eficiente servicio de informaciones montado, me señala tres milicos que pasan con brochas y baldes de cal, todos pintados de blanco ellos mismos y me dice:
“- ¿Ves esos tres milicos todos cagados de cal que pasaron ahí?” Bueno, esos fueron los que se mandaron el libretazo y les dieron la paliza; los tienes arrestados y los pusieron a blanquear el cuartel…
Estuvimos unos meses en Melo donde comíamos mondongo con mierda y todo y un día circuló el “bolazo” que nos iban a trasladar al Penal de Libertad.
Llegamos en uno de esos camiones GMN de tres ejes que hacen 1.5 Km./Lts. y que una vez que pude mirar el surtidor, por debajo de la capucha, cuando llenaron el tanque, pensé que ese “gobierno” no podía tener futuro si gastaba tanta plata para transportar algunos otarios sin importancia.
Bueno, por algo en doce años aumentaron la deuda externa de 500 para 6.000 millones de dólares…
Después los gobiernos “Democráticos” la aumentaron diez mil millones más en veinte años.


     
     
       
     
EL HUMOR EN LA CARCEL

30/03/06-12:10’ Cuentan que cuando Grabriel García Márquez comenzó a escribir su célebre “Cien años de Soledad”, el carnicero ya no le fiaba más carne; sin embargo, a pesar que esas condiciones no son las más apropiadas para escribir una obra tan llena de agudo ingenio y punzante humor, lo consiguió.
      Digo esto, porque ese ejemplo me anima a iniciar hoy este mi primer libro, sin tener un solo dólar en el bolsillo y tratándose de humor; que también puede ser una forma de llanto. Este libro no podría escribirse sin la colaboración desinteresada y espontánea de todos los actores reales que aportaron el material que le sirve de base.
      El parecido con la realidad no es mera coincidencia, como lo pueden atestiguar más de 2872 (fueron 2873) “Pichis” (1) que pasaron por el añorado EMR-1 “Establecimiento Militar de Reclusión Nº 1” que conoció días bien más gloriosos que los actuales, cuando lejos de albergar comunes lesadores de la propiedad privada, era un depósito –por tiempo indefinido- de uniformados y rapados enemigos de estas benditas democracias; dignos de ser exhibidos a las cúpulas militares y a los cuerpos diplomáticos con legítimo orgullo en su moderno producto final, muy superior al jabón artesanal de los nazis.
30/03/06-12:32’     El humor comenzaba antes entrar.
      Sobre el portal había una frase que decía: “Aquí se viene a cumplir”, después cuando había que pararse de espaldas a la guardia, con las manos atrás, uno no podía dejar de leer un cartelito colgado de las rejas con esta solemne sentencia: “Siempre es a último momento que un pelotón de soldados salva la civilización”
¡Tomá p’a tu tía Eulalia!



(1) Cariñoso sobrenombre genérico que diferenciaba a los enemigos de la patria de los salvadores de civilizaciones. Diminutivo de bichicome, equivalente del inglés “beachcomber” denominación que se daba a los marineros que desembarcaban en las Islas Polinesias y que dormían en las playas.


Es claro que como mi formación militar era mínima y solo se restringía haber hecho tiro ciudadano en el Cuartel de Rocha (donde entré 3º en un campeonato y el premio fueron 100 balas) (2), haber estudiado matemáticas con el Teniente Juan Gargiulo y mi breve pasaje por la Escuela de Aeronáutica Militar, no sabía que los métodos empleados para salvar civilizaciones son tan heterodoxos como llevarse los suministros -por ejemplo– o inflar los presupuestos, todos ellos elementos que alimentan el humor como una vez que de tarde, bajó un equipo de presos para descargar un camión de carne.
      A las 3 de la mañana de la madrugada siguiente bajó el equipo de cocina para calentar el mate y preparar el desayuno.
      No quedaba un gramo de carne en la cámara frigorífica. Todo esto: ¿no es humor también?  
      (2) Que me fueron entregadas personalmente por el Jefe de Batallón de Infantería Nº12 el Tte. Cnel. Ventura Rodríguez Boicochea, que aparece escrachado en “Incide the Company” de Philip Agee como agente de la CIA y que siendo Jefe de Policía de Montevideo le alquiló un apartamento de un sobrino para hacerles una ratonera a los asaltantes argentinos del Edificio Liberaij. También le retenía el sueldo a todos los milicos por 20 días y con los intereses le compró un Chevrolet Malibú.
El problema de darle de comer a los presos fue resuelto utilizando la carne destinada a los perros cuya ración (per-capita de perro) era superior a la nuestra. 
El inesperado resultado de esa decisión fue que ya generosamente ultra pasada la hora habitual del almuerzo perruno, éstos decidieron reclamar ruidosamente ladrando todos al unísono.
      Ya que estamos hablando de perros militares  o mejor dicho: militares perros, recuerdo un caso que ocurrió con uno de ellos: “el M’hijo”.El M’hijo era un cañero de Artigas: bajito, carrancudo, vivo, conocido del Bebe desde mucho tiempo atrás; con una formación política que ya lo querrían para ellos, muchos intelectuales izquierdistas que andan por ahí. El sobre nombre del M’hijo le venía porque cuando se acercaba un grupo, no importando de que tema estuviesen hablando, él siempre preguntaba:
“-¿La mujer de quién m’hijo?; ¿la mujer de quién…”
      Cuentan por ahí, (aunque yo sé que él ya me acusó de mentiroso) que en una de aquellas famosas marchas que los cañeros de Artigas hacían hacia Montevideo, cuando pasaron por Salto o Paysandú, la gente de izquierda y los estudiantes lo fueron a esperar.
      Para adecuarse a las costumbres de los peludos compraron tabaco negro, hojilla y fósforo para convidar.
      Alguien le ofreció al M’hijo el completo y le dijo:
”-¿Quiere armar compañero?”
– No gracias – le respondió el M’hijo, voy a pitar un “armadito” y sacó un 100 milímetros de una caja de Bendson and Hedges y la prendió con un ronson a las…
30/03/06-16:15’     Bueno, una vez venía el M’hijo, en una formación de presos, caminando por una de las veredas que había adentro del predio del penal cuando llegó frente a un soldado que tenía un soberbio pastor alemán, bien alimentado, sujeto por la traílla.
      Orgulloso de su poderío bélico, o como un exhibicionismo de su masculinidad mantenía al perro muy próximo al borde de la vereda, así que las manos pasaban casi rozando aquellas fauces húmedas, ávidas para morder carne de “Pich”.
      Entonces ¿Qué se le ocurre hacer al M’hijo? Se para frente al perro y refregando el índice con el pulgar frente al hocico, con ese gesto que significa dinero le dice:
“-Chicho-chicho”.
      Se comió quince días de calabozo por pretender familiarizarse con un integrante de las fuerzas armadas – entre paréntesis – perro.
      El “Palomo Zampayo” –folklorista, patriota y revolucionario- que acababa de fallecer en la miseria era un tipo con humor. Y el humor es importante, no solo “porque es una manifestación superior del intelecto” como leí una vez en una definición que me gustó, sino porque muestra que se está viviendo bien, con alegría, siguiendo las leyes simples de la vida.
      Que ese delicado poeta y luchador muriese en la miseria es un síntoma de la importancia que da este pueblo a los poquitos que le pusieron el culo a la jeringa.
      Seiscientos en tres millones, 002 % ¿No?
      En el Penal de Libertad parecería que sería el último lugar del mundo donde se podría encontrar humor; pero lo había y había bastante para irritación de nuestros carceleros; que lo que no entendían es que iban a contra flecha de la vida. Porque el Socialismo y el fascismo  Necrófilo. Como sostiene Erich Fromm en “El corazón del hombre”.
11/04/06-El Palomo cayó con una combi llena de berretines, rellenados con “fierros”. Cuando lo estaban interrogando, el Palomo trataba de sacarla al corner y va y le dice al “interrogador/torturador:”
“- Pero Teniente, yo soy incapaz de matar una mosca…”
      “- Si, vos serás incapaz de matar una mosca, pero traías las máquinas de flit”.
      Esa vez el humor corrió por parte del milico.
      Y ya que empleé la palabra INCAPAZ me acordé de otra del Palomo.
      Estaba en una barraca y a un compañero le puso de sobrenombre “El Inca”.
      Al compañero le gustó y quedó un poco orgulloso con el sobrenombre; después de todo Gabriel Condorquanqui
-Tupac Amarú- era un Inca…
      Solo que se olvidó que era PAZ de apellido…
      Creo que fue una idea que los compañeros le vendieron a los milicos para salir de la celda y las barracas, creando una oportunidad más para comunicarse, o tal vez se les ocurrió a los milicos para mejorar la imagen y humanizar el penal,  el asunto fue que llenaron el predio con caminitos bordeados de flores y el Palomo era el jardinero.
      Cuando te cruzabas con él, en alguna formación, siempre te contaba de la última cruza de bichos que había hecho.    
      Una vez me dijo: -Mira Mau Mau, ahora crucé avestruz con cigüeña, pero me salió mal, me salió plumero…
      Esto que sigue no es humor, es otra parte del ser humano que vale más tal vez.
      Creo que solo conviví un día con el Palomo en la misma barraca, entre dos islazos.
Me trajeron un día y me volvieron a llevar al día siguiente. El Palomo estaba en la cucheta de arriba, desde donde, por una ventana, se veía para afuera.
Por allí andaba un tero entonces Aníbal le escribió un poema que comenzaba así: “Gracias avecilla amiga por enseñarme lo que la libertad”.
Al pobre Zampallo los milicos lo tenían podrido haciéndolo tocar la guitarra, el arpa y la quena.
Cada guardia que se relevaba se sentía con el derecho de que el Pichi les diera un recital gratis cuya asistencia era obligatoria además.
Pero Aníbal, como todo artista, tenía su corazoncito y esperaba que cuando tocaba para los compañeros en la barraca fuese escuchado. Pero como había varios compañeros que arrugaban las violas, Aníbal era uno más.
Estaba el Laucha Prieto que le había enseñado a tocar la guitarra a Los Olimareños. Entonces hizo huelga. Dejó de tocar en la barraca…
Los compañeros se dieron cuenta y fueron a hablar con él. Intransigente, mantuvo las medidas de fuerza. Volvieron a hablar con él y ahí aceptó dar un recital, al lado del tanque para calentar agua, que había ideado Lauro Salles.
Todo preparado para el recital. Si hubiera sido planeado no hubiera salido tan bien.
El Chatarra, era un compañero que desconocía en absoluto el conflicto artístico. Cuando Aníbal arrancó con los primeros acordes del arpa; completamente inocente de que se trataba de un importante recital musical, del conocido folklorista uruguayo, cuyas interpretaciones eran difundidas en radio Neederland, comenzó a martillar en el piso una chapa de cobre. ¡Ya sé que el Palomo se va a morir pensando que todo fue una joda premeditada!
Soy de Rocha, me crié en Rocha donde aprendí a bucear y a volar. Soñé, amé y me hice hombre y revolucionario. (Todo lo que un uruguayo, pequeño burgués de clase media, puede llegar a ser).
De Rocha, como de todos lados, salieron compañeros que generosamente estuvieron dispuestos a inmolarse para mejorar el País y el Mundo.
Entre ellos Antonio Corindo Viana Acosta, que el Ñato cita en un bello cuento con zapatos como “El Negro Viana” y a quién yo bauticé como el “Comandante Viana”; él se bautizó a sí mismo como “La Pantera Negra”.
Antonio es de los pocos compañeros que los racistas denominan una persona de humilde color. Era hijo de un sargento del cuartel de Rocha, a quién él merecidamente ascendió a coronel. Se había criado dentro del cuartel y a los milicos los conocía muy bien. Tan bien, que en el penal jugó a la bolita con ellos e hizo lo que quiso.
Una vez estaba en una leonera de la Isla y vino un capitancito a verduguearlo.
Entonces Antonio le preguntó: -¿Qué grado tiene Ud.?
- ¡Capitán!.
Antonio le dio la espalda y le dijo:
“- No hablo con periféricos, que venga el Capitán a hablar conmigo…?”; ¿Qué iba a hacer el pobre milico? Se tuvo que ir.
Durante todo el tiempo que estuvo preso Antonio mantuvo una permanente guerra sicológica contra los milicos y nos les aflojaba ni un tranco ‘e’ pollo, lo cuál los desgastó un poco, digo yo.
Hay que reconocer que los milicos son muy creativos cuando se trata de buscar motivos para mortificar. Es su principal ocupación y ya tienen una larga tradición en su ejercicio; porque la practican entre ellos mismos, la “Ley del Gallinero” de que “El de arriba caga al de abajo” es ideal para eso.
Casualmente nosotros estábamos en el palo de más abajo. Así cualquier miliquito, cuando tenía que practicar tan noble placer, no dejaba de hacerlo. Hasta los grifos de las duchas eran usados para eso. El original y refinado humor castrense era empleado:
“-Tienen tres minutos para bañarse y ya van dos”. Un día Antonio estaba todo enjabonado cuando el milico ordenó marcialmente:
“-Cierre el grifo recluso!” Antonio no dijo nada, recogió la toalla y el short y salió caminando tranquilamente hacia su celda luciendo la albísima espuma en un bello contraste con su piel negra.
Una vez estaba el mayor Mario Mauriño, jefe del celdario y reconocido torturador, que ya salió de la reserva porque le dieron la baja definitiva (que Dios lo tenga), en la enfermería; cuando sonó el teléfono y atendió el perro (ese mismo perro que ahora es Secretario del Presidente de la República ¡lo que es la vida! Quién te ha visto y quién te ve, antes te decían Margarita y ahora te baten Margot).
El perro escuchó y le extendió el tuvo al mayor:
“-Viana”. Nada más.
Mientras extendía el brazo para alcanzar el tuvo, completamente desmoralizado, con un tono de resignación dijo:
“-¿Qué habrá hecho ahora?”.
*.*.*
04/06/06-Otro par de héroes pintorescos que dio Rocha fueron “Los Pájaros Abreu: Edison y Rafael”, dos hermanos hijos de un capitán del ejército retirado, merecieron por eso un trato “especial” en la máquina, les dieron el doble.
A uno le decían El Pájaro y al otro El Cotorra aunque los sobre nombres eran genéricos e intercambiables, el primero generalmente más usado para referirse a Rafael y el segundo a Edison.
Números 459 y 460. Habían llegados juntos al celdario, pero como estaban en piso diferentes, uno le gritaba al otro por la ventana: “-Hermano Cotorra”.
Un día Edison estaba en la Isla y un oficialito va a verduguearlo y le dice:
“- Cualquier cosa verde que entre en la celda Ud. se para, oyó recluso?”. Y el Cotorra (en lo sucesivo usaremos el sobrenombre para referirnos a Edison) le contesta:
“- Y cuando hay salpicón también?”; (el salpicón llevaba lechuga)
Conocidos y amigos de toda la vida, durante un tiempo conviví en la misma barraca, con Edison.
Una vez el cotorra chico, como también se le conocía por ser el menor, estaba de fogonero y se puso a abrir rolos de eucaliptos para hacer astillas. Para rajarlos le introducíamos unas cuñas de hierro. Entonces el Cotorra queriendo hacerse el “Tarzán”, con la cuña ya introducida invierte el rolo, con la cuña para abajo y mete ocho de sus diez dedos en la rajadura y comienza a hacer fuerza para rajarla. Pero la cuña se salió y el rolo le apretó los dedos de las dos manos, transformándose en unas esposas ecológicas…
No había nada que se pudiera hacer, entonces Edison le dice al primer compañero ¿Qué pasa? En el léxico particular de los rochenses:
“ - Oye tú, socórreme”.
Otra vez era verano y hacía mucho calor en la barraca. Algunos de nosotros en short, (que antiguamente se le llamaban  pantalón de fútbol) estábamos sentados en el frío piso de cemento, para refrescarnos con las manos hacia atrás.
Viene un compañero y se va para detrás de Edison. El Cotorra se da vuelta y le pregunta:
“- Oye tú: ¿tú crees en el más allá?” el compañero desconcertado por la inusual pregunta le responde:
“- Y si… creo…”
“- Entonces pone la pata más allá que me estás pisando un dedo…”
Estaría siendo injusto, sectario y discriminatorio si ignorase el valioso aporte que proporcionaron los militares a este libro.
Por el contrario, deseo expresar, mi agradecimiento a figuras destacadísimas, entre las que descolla el mayor Ariel Monje. Lamentablemente ya desaparecido, con lo que nos vemos privados de tan valiosa fuente de material.
Murió cristianamente, lo encontraron boca abajo, en el barro, con los brazos en cruz. No se si era cristiano, lo que sí sé es que era alcohólico, lo que provocaba que se cayese en el barro; como una vez que venía del celdario para el sector de barracas –donde era el jefe- y se cayó en la cuneta.
 Parecía un personaje escapado de aquellas películas yanquis sobre la segunda guerra mundial, donde ellos eran los buenos y los alemanes los malos.
Breches de montar, botas altas y andaba con una fusta. Un nazi criollo completo incluido el cerebro que pudiese tener brillante sentido del humor, eso sí.
A poco de asumir como Jefe de barracas, se apareció en la que yo estaba, tarde de la noche -mamado claro- con milicos, perros y granadas.
Lo sentí venir pero me hice el dormido. Pero un compañero sumergido en el libro que estaba leyendo la quedó. El mayor monje desde su equilibrio inestable lo señala con la fusta y le dice balbuceando:
“- Mañana usted le dice a los Pichis que les vamos a pelar la coruja a todos ¿Me entendió?
“-Sí señor mayor”.
Y repitió:
“- Mañana dígale a los otros pichis que les vamos a pelar la coruja a todos” y se da vueltas para salir.
El Pittín Rigueti –que creo anda por Suecia- también era de Rivera como Monje y había sido novio de la actual esposa del mayor. El Pittín cuando supo que Monje venía de jefe debe haber pensado que difícilmente su futuro podía ser promisorio y tenía razón, porque cuando el mayor pasó frente a su cucheta y lo reconoció dijo:
“- Y a éste también…”
Otra vez, yo estaba en una barraca y llegó él, con su séquito, mamao, como siempre, a hacer un malón, a provocar. Entre cucheta y cucheta había una cartulina de dimensiones específicas y pegadas a la pared en la forma ordenada según las disposiciones al respecto, donde los reclusos podían tener determinadas cantidad de fotos, de dimensiones determinadas también, de familiares debidamente identificados, claro. Monje llegó a la primera cucheta, miró las fotos, sacudió la cabeza dijo:
“- Hummm” y pasó a la siguiente; miró las fotos e igual, sacudió la cabeza y murmuró:
“-Hummm”. En la tercera no se contuvo, se abalanzó un poco hacia delante y hacia atrás y dijo:
“- ¡Pero que minas tienen estos Piches!”
Dos por tres aparecía en la barraca cuatro, miraba todo y en una estantería que había al fondo donde las compañeras guardaban una cuerda gruesa que usaban para saltar en “un ángulo muerto” del “televisor” en el que la guardia no veía.
Monje estaba intrigado con la cuerda y en el lenguaje balbuceante de los mamados se preguntó a sí mismo:
“- ¿Pa que la usarán? ¿He?”
Una de las veces no se pudo contener y le preguntó a un compañero que estaba sentado en la primera cucheta, tejiendo en un telar al lado de la estantería:
“- Dígame, pa que usan esta cuerda?”
El compañero –al que estoy viendo en la memoria- rápido como un rayo le responde:
“- Estamos haciendo una red de voleibol mayor”.
Monje decepcionado y frustrado tiró la cuerda en la estantería y dice:
”- No precisaba mentir” 
La guerra se libró en todos los frentes alrededor del penal, había unos montes de eucaliptos de donde nos dejaban cortar leña para alimentar los ingenios que había craneado la Ing. Lauro Saller, para calentar el agua para el mate.
El mayor Monje suspendió la salida para cortar leña lo que provocó una grave crisis energética en las barracas que determinó una campaña masiva para obtener combustible: todo se reciclaba. ¿Uds. Saben que los huesos arden y que el pan proporciona una bella llama azul?
Un día apareció Monje en la barraca uno y le dice al “fogonero”:
-“- A ver: abra ahí…”
El ingenio de Lauro, construido con un tambor de 200 Lts., tenía una puertita para abastecer el fuego. Dentro había un lánguido fueguito y medio pan. Entonces, regocijado con sus logros, Monje dice:
“- Ah! Así que están galgueando. ¿Eh?” y se retiró feliz de su triunfo militar.
      Años atrás fui a visitar a ese entrañable compañero que es el Dr. Pablo Blanco y le hablé de mi proyecto de escribir “El humor en la Cárcel”; el tenía que ir a dar clase a la Facultad de Odontología, pero me dice cuando pasamos por El Hispano:
“- Mira Mau Mau, no voy nada a la Facultad. Vamos a entrar aquí a comernos una pizza que te voy a contar una. Si habrá habido humor, una vez un compañero cuando va a salir para la visita encuentra una cuerda embagayada en la celda; el otro compañero ya estaba en la visita y resultaba evidente que al regreso cuando estuviese solo en la celda se daría “el cuerdazo”.
      Entonces al primero se le ocurre debilitar un poco la cuerda con una gillette que tenía embagallada.
      Va a la visita preocupado, regresa a la celda y encuentra a su compañero retorciéndose de dolor en la cucheta, que le dice:
      “- ¿Pero que hiciste hijo de puta? Me quebré una pierna…!”
      Humor negro, pero humor al fin.
      A los milicos se les dijo que se había fracturado jugando al fútbol. Cada suicidio era una derrota más. Uno más que nos ganaban.
Humor negro, pero humor al fin.
      En mayo del 74 los milicos de Rocha nos metieron en uno de esos camiones que gastan 10 Lts. de gasolina cada 15 Kms. Y nos llevaron a Estela a Treinta y Tres, donde quedó al cuidado de un Capitán Alves encargado de verduguiar a las gurisas, el mismo que en Minas pagaba las reparaciones de su auto con vales de nafta y que después fue encargado del “Servicio de Bienestar y Recreación…” (SIC) del EMR-1 y al Coco, Carlitos y a mí a Melo donde nos metieron a cada uno en un calabozo.
14/07/06-Una madrugada, todavía de noche, abren el calabozo, nos encapuchan y nos llevan al baño cruzando la Plaza de Armas, con un perro al lado que nos tiraba viajes a las manos…
      Cuando el hocico pasaba cerca, se sentía el calorcito del aliento. Como de entrada le sentí mala tos al gato, dije que no necesitaba ir al baño. No adelantó:
      “- Tiene que mear, es una orden!” De regreso al calabozo nos entraron a dar alternadamente a Carlitos, al Coco y a mí. Iban de calabozo en calabozo. Encapuchados, contra la pared, nos daban de atrás.
      “- Parece mentira ¡Pum! Que en un país libre y democrático como este ¡Pum!…”
      A la tercera ronda me deje caer al suelo y comencé a quejarme, ahí aflojaron porque como comencé a sospechar –y confirmé después- se trataba de un libretazo. Poco después aclaró y mas tarde trajeron “el desayuno”: un jarrito chico de aluminio con café de cebada y una galletita cuadradita de 5 cmts. de lado.
      Dejé todo en el piso sin tocarlo aunque se me iban los ojos. Enseguida de la frugal cena uno ya se ponía a pensar en “el desayuno”.
En el calabozo había una silla. Me senté a caballo y apoyé los brazos y la cabeza sobre el respaldo. Sabía que a las ocho cambiaba la guardia. Cuando entraba el Sto. Había que pararse. No me paré.
“- ¿Porque no se para Ud.?”
“- Disculpe Sto. Es que estoy con un dolor aquí al costado…”
“- ¿Qué? ¿Ud. sufre del hígado?” (se ve que era un milico versado en medicina…).
“- No, fue un culatazo”.
“- ¡Ah! Allá en Rocha…?”
“- No, aquí, en Melo”.
“- ¿¡Cómo que aquí!?
Ahí me paré –ya un poco mejor- y le dije:
“- No entiendo, estamos procesados…”.
El Sto. Se puso nervioso y sacó una cajilla de Ritchmond. Aproveché, le manioté la caja y le dije:
“- ¡Déme un cigarro! Creo que ni se dio cuenta. Ardió troya que era lo que yo esperaba.
Al rato vino un Capitán a interrogarme. Le digo:
“- Mire Capitán, yo quería pedirle…”
“- Ud. no tiene derecho a pedir nada, limítese a contestar lo que le pregunto”.
“- No, lo que yo quería pedirle era que no sancionase a esos soldados porque no son responsables, el olor a caña volteaba…”
Se fue, al rato: baño, corte de pelo, barba y nos trasladaban para la barraca donde ya había treinta o cuarenta compañeros.
Fue muy emocionante encontrarse con los primeros compañeros, sentir ese calor, casi diría ternura que sustenta ese sentimiento único, tan diferenciado de la amistad y del amor y que sin embargo conlleva todo eso.
Cuando nos fuimos a bañar, a Carlitos Martínez las marcas que le habían dejado los culatazos mostraban hasta las cabezas de los tornillos…
De vez en cuando, nos hacían salir de la barraca -agachados- a través de una doble trampa de alambre tejido al patio; al “recreo”.
Una vez uno de “los veteranos” que tenían un eficiente servicio de informaciones montado, me señala tres milicos que pasan con brochas y baldes de cal, todos pintados de blanco ellos mismos y me dice:
“- ¿Ves esos tres milicos todos cagados de cal que pasaron ahí?” Bueno, esos fueron los que se mandaron el libretazo y les dieron la paliza; los tienes arrestados y los pusieron a blanquear el cuartel…
Estuvimos unos meses en Melo donde comíamos mondongo con mierda y todo y un día circuló el “bolazo” que nos iban a trasladar al Penal de Libertad.
Llegamos en uno de esos camiones GMN de tres ejes que hacen 1.5 Km./Lts. y que una vez que pude mirar el surtidor, por debajo de la capucha, cuando llenaron el tanque, pensé que ese “gobierno” no podía tener futuro si gastaba tanta plata para transportar algunos otarios sin importancia.
Bueno, por algo en doce años aumentaron la deuda externa de 500 para 6.000 millones de dólares…
Después los gobiernos “Democráticos” la aumentaron diez mil millones más en veinte años.


     
     
       
     









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