HOMO ECONOMICUS
Su característica principal para
existir (o no existir) es el dinero. Primero para no existir: todos los
sistemas o métodos anticoncepcionales son pagos; preservativos, diú, abortos,
(el único gratis es el coito/interruptus, pero aparte de antinatural, no me
gusta).
Cuando un espermatozoide fecunda
un óvulo y pasa a existir el "Homo Económicus" necesita de dinero. En
primer lugar para pagar un papanicolau y luego para consultar un obstetra que
va a recetar una tomografía computada y suma y sigue, hasta los veinte años, en
que se torna independiente económicamente (para eso es un "Homo
Económicus" ¿No?) donde ya habrá costado un millón de dólares (fuente:
"Veja").
Lo admirable del "Homo
Económicus" es que él es el único ser vivo que necesita de dinero para sobrevivir.
Los demás seres vivos, desde el fitoplancton unicelular hasta el tiburón,
pasando por el resto de mamíferos terrestres, vegetales, no dependen de la
economía, no manejan dinero, no ahorran, no tienen chequeras ni tarjetas de
créditos y sobre todo no pierden tiempo ni pagan para consultar el saldo de
su(s) cuentas bancarias.
Hay un detalle interesante en éste
maravilloso mundo que la humanidad ha ido creando, puliendo, ajustando a lo
largo de los últimos diez mil años; todos los seres humanos son "Homo
Económicus" hombres, mujeres, niños, ricos, pobres, negros, blancos,
jóvenes, viejos. Todos necesitan dinero, porque todos son "Homo
Económicus"; solo que hay un detalle aritmético: 20% tienen; 80% no
tienen.
Si yo tengo, no tengo que
importarme por ese 80% que no tienen (a menos que uno de ellos me recueste el
caño de un 38 en la cabeza). Bueno, ahí tampoco hay porque preocuparse; ¡ya es
tarde!
Ayer leía material muy interesante
sobre la personalidad con aportes de Freud, Jung, Reich. La personalidad está
condicionada por el medio y la experiencia; si no profundamente modificada,
pero sí influida en parte; como hay que considerar una inercia histórica de
diez mil años y si Carlitos Darwin tenía razón, es dable esperar que la
naturaleza humana haya sufrido algún tipo de transformación y eso sería el
origen de este neo-homínido que llamo de "Homo Económicus".
El capitalismo y su nefasta
consecuencia: la sociedad de clases, egoísta, ambiciosa, individualista y
consumista induce al hombre -cada vez más- a apartarse de la naturaleza y
cercena cualquier posibilidad de crecimiento humano, moral o ético al
plantearle como bien deseable supremo el lucro, la riqueza, el poder, la
estratificación social y el consumismo.
Basada en la computadora
estimulada desde la Escuela, aparta un individuo de otro, al enfrentarlos:
esposo/esposa, hermano/hermana, padres, hijos, amigos, socios. Los hombres, más
que disputar los alimentos, sus territorios o las hembras, centran su interés
en la disputa por el dinero para poder comprar electrodomésticos.
Fascinados por el aparente poder
que proporciona, posponen sus vacaciones, su tiempo de vida, sus placeres
espirituales intrínsecos, lúdicos e infantiles.
El sistema que no es genérico ni
inmutable se recarga y auto alimenta de generación en generación, moldeando
nuevos "Homo Económicus" a partir de sus padres. Pequeñas minorías
aisladas -geográfica y cronológicamente- tanto sea grupos o individuos
practican ordenamientos sociales y económicos diferentes pero no prosperan y
generalmente son absorbidos por el sistema global -que se expande por su
poderío- no por su superioridad. De lo contrario habría que sacralizar todo
poder dominante como verdadero y habría que pasar a reconocer las plagas y las
epidemias.
No son muchos, pero tampoco soy el
único al afirmar que este ordenamiento social y económico lleva en sí el germen
de su autodestrucción.
Marx decía que el capitalismo es
su propio sepulturero. La expansión puede ser infinita; pero en éste caso es
demostrable que no lo es.
Si los individuos no se
masificaran y no fuesen fácilmente domesticables, en función de intereses
generalmente materiales, la humanidad sería más dinámica, revolucionaria y
cambiante y su velocidad para el crecimiento cualitativo sería mucho mayor.
Pienso que cada hombre debe creer
que parte de la visión del mundo que ha elaborado a lo largo de su vida, puede
servirles a los demás hombres.
Todos los males de la humanidad,
que se han ido agravando durante los últimos diez milenios, tienen una causa
bastante infantil y estúpida que se dividió en ricos y pobres.
Me resulta sorprendente que una
verdad tan sencilla y demostrable no sea más citada a través de la historia.
Casi todos los pensadores que se han ido sucediendo y los diferentes
movimientos que se han generado, se han detenido en aspectos o consecuencias
parciales del problema y no en su causa básica.
En este milenio que se inicia
culmina la total hegemonía del poder político, económico, ideológico, militar y
de propaganda que se acelera explosivamente a partir del siglo XV.
Cuando hace diez mil años la
agricultura genera excedentes, se comienza a rapiñar el planeta, se inventa la
propiedad privada, aparece el capital, se establece la monogamia y la herencia,
se inicia un diabólico camino de explotación, violencia y muerte que nos
aproxima -cada vez más rápido- al borde de un precipicio.
Todos los descubrimientos y el
avance tecnológico -que alcanza una impresionante expresión en este último
siglo- son sistemáticamente empleados por la cada vez menor minoría que
concentra el poder, cada vez más, para el dominio, la explotación y el engaño.
La actual globalización y el
avance en las comunicaciones, al eliminar todos los elementos que dividían la
humanidad en etnias, culturas, lenguas, razas y naciones, permite ahora
visualizar claramente el único diferencial entre los hombres: los ricos y los
pobres.
Un quinto de la humanidad son
ricos y cuatro quintos son pobres. Los ricos, provenientes todos de la
aristocracia, la nobleza, el militarismo y el clero, junto con algunos
aventureros, ladrones, asesinos, piratas y los prósperos prestamistas usureros,
han detentado a través de la historia todos los mecanismos de control,
dominación y represión, logrando el actual admirable triunfo ideológico global:
que esos cuatro quintos de miserable pauperizados y explotados tengan como
modelo deseable el de su propio explotador.
Mientras el "Homo
Ludens", el "Faber" y el "Sapiens-Sapiens" son
naturales, el "Económicus" es un producto social del propio hombre,
que se crea junto con las clases sociales. Aunque ahora haya pasado a serlo, el
aborigen inculto no era un "Homo Económicus" porque no dependía de la
economía para sobrevivir, sino de la propia naturaleza. Cuando el hombre
privatizó la naturaleza, cavó la sepultura de la humanidad.
Individualmente, de vez en cuando,
aparecen hombres geniales que la pautan y hacen que la humanidad, que se
masivamente estúpida -y lo ha demostrado- dé saltos cualitativos, que ha
permitido que en un millón de años pasase del antropoide cuadrúpedo al alienado
hombre moderno sentado frente a la pantalla del computador.
"La historia de la humanidad
es todo aquello que podía haber sido evitado" me dijo una fugaz Hippye
-que nunca más vi, ni recuerdo su nombre- sentados en una playa en el norte de
Brasil, viendo ponerse el sol.
En estos días la ambición
imperialista de los norteamericanos está comenzando la guerra contra Irak para
apoderarse del petróleo. Esa guerra no es otra cosa que la manifestación y la
consecuencia del error inicial cometido hace diez mil años -en ese mismo lugar-
cuando la humanidad erró al tomar el ramal equivocado en la bifurcación del
camino.
Y es a partir de ahí, que el
hombre posible, divino, sapiens, faber y alienado, inhumano, amargado,
angustiado, infeliz, pierde las referencias naturales, lógicas, atrofia sus
instintos, sus mandatos vitales y lúdicos y comienza el pésimo y estúpido
negocio de permutar su tiempo de vida por dinero; en una fórmula que no es
reversible, porque con dinero no se compra tiempo de vida.
La especie humana está amenazada
de extinción en el mediano plazo por sus propios integrantes concientes de
estar provocando un suicidio colectivo y que están condenando a sus
descendientes. Mientras las demás especies vivas tienen un mandato biófilo de
conservación del individuo y de la especie, el hombre tiene -al parecer- un
mandato necrófilo, de aniquilación del individuo y de la especie, consecuencia
de esa idiotez creciente que lo va ganando a partir de su decisión de ser
"Homo Economicus".
Pero además de idiota el
"Homo Económicus" tiene que ser necesariamente amoral. Es simulador,
mentiroso, asesino, explotador, hipócrita, egoísta, individualista, ególatra,
déspota, retorcido y perverso. Y eso porque no hay en él ningún sentimiento más
fuerte que el lucro, la ganancia, la riqueza y el poder.
Ni siquiera se valora ni se ama a
sí mismo. De lo contrario dormiría lo necesario, no lo que el despertador le
permite, se alimentaría racionalmente y no apresurado y con lo más económico,
cuidaría de su salud y no de sus obligaciones.
Viviría como le gusta y como
siente placer y no como debe o como le mandan. La sociedad que creó el
"Homo Económicus" está muy enferma y día a día empeora en un proceso
exponencialmente acelerado, en función del desarrollo científico y tecnológico
que duplica su potencial cada vez en menos tiempo.
Las soluciones para su cura se
pueden escribir al dorso de un sobre de correo.
Está condenada y y fue
desahuciada. Solo se puede esperar el caos final que se avecina en breve. Creo
difícil que la humanidad alcance a ver otro siglo. Brasil hace treinta y cuatro
años tenía la mitad de habitantes, ochenta millones menos.
El "Homo Económicus" con
apenas quince por ciento más que los otros antropoides más evolucionados se
cree Dios, desprecio la naturaleza y piensa que la tierra le pertenece, que
pueda violarla y rapiñarla. Su ingenuidad suicida lo lleva a creer que los
recursos son inagotables.
En los próximos cincuenta años se
le terminará el petróleo ¡Gracias a Dios! Debo confesar que la noticia me
alegra y no solo porque no me gusta usar platos y vasos de plástico.
El "Homo Económicus" es
una consecuencia del capitalismo que lo condiciona y esclaviza. El capitalismo
ha ido transformando y corrompiendo al hombre hasta convertirlo en un monstruo
de maldad, insensibilidad y egoísmo.
Lo dramático es que las
generaciones se van sucediendo y encuentran una realidad que aceptan como
normal. Los pocos que la cuestionan son vistos y perseguidos como locos. Se
acepta como una verdad que esta realidad es una consecuencia de una naturaleza
humana negativa -inmutable- que determina este estado de cosas, a lo sumo la
cómoda explicación -improbable- de que es la voluntad de Dios.
Lo absurdo se transformó en
racional. Resulta reconfortante verificar que la propia irracionalidad del
sistema establecido y aceptado acabará por destruirlo.
Los pocos beneficiaros sueñan con
escaparse al espacio exterior, concientes de que caminan para la aniquilación
de la vida en este planeta. Esto ha sido advertido y demostrado por la
comunidad científica. Muchos idiotas confían -a su vez- que la ciencia y el
avance tecnológico traerán las soluciones, cuando, en verdad, solo agravarán la
situación.
Abrigo la débil esperanza de que
ocurra una toma de conciencia a nivel global o que algunos ejemplares humanos
lleguen a sobrevivir al caos final y recreen la sociedad sobre bases diferentes
de las actuales, de la ganancia, la acumulación y el nefasto "crecimiento
económico". Gandhi dijo que: "… la tierra puede alimentar al hombre,
pero no su ambición".
*Esta “fotografía”
del “ser” que habita la tierra es un artículo extraído de “El humor en la cana
y otros bolazos – The Mau Mau´s Story” (su primer libro).
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