jueves, 31 de julio de 2014


Adelanto exclusivo del último libro del fundador de Wikileaks; Julian Assange

“Lectura obligatoria para cualquiera que esté interesado en la realidad de nuestras libertades”, escribió el filósofo esloveno Slavoj Žižek para la contratapa de la edición inglesa de Criptopunks. La libertad y el futuro de Internet. Un esfuerzo común de la chilena Lom Ediciones, la argentina Marea Editorial y la uruguaya Trilce ha hecho posible la primera versión castellana que estará en las librerías a partir del próximo lunes (la de Planeta recién estará en junio). Por gentileza de Trilce, Brecha ofrece a sus lectores el prefacio que Assange redactó para los lectores de nuestro continente.
La lucha de Wikileaks es una gesta compleja. En mi trabajo como periodista he luchado contra guerras y para que los grupos poderosos rindieran cuentas ante el pueblo.
Mediante esta labor he llegado a comprender la dinámica del orden internacional y la lógica del imperio. He visto a países pequeños ser amedrentados y dominados por países más grandes, o plagados de empresas extranjeras que los hacen tomar decisiones en detrimento propio. He visto el amordazamiento del deseo popular, elecciones compradas y vendidas, y las riquezas de países como Kenia robadas y rematadas entre plutócratas en Londres y Nueva York.
Estas experiencias me han formado como criptopunk [véase recuadro]. Me han aportado una sensibilidad respecto de los temas que se discuten en este libro, que es de especial interés para los lectores de América Latina. El libro no los examina en su totalidad, eso es para otro libro –para muchos otros libros–. Pero quisiera detenerme en estos temas y pedirles a los lectores que los tengan en mente durante la lectura del presente texto.
En los últimos años se ha visto el debilitamiento de las viejas hegemonías. Las poblaciones desde el Magreb hasta el Golfo Pérsico se han levantado ante tiranías para conseguir la libertad y la autodeterminación. Movimientos populares en Pakistán y Malasia prometen constituir un nuevo foco de fuerza en el escenario mundial. Mientras que América Latina ha comenzado a transitar un período muy esperado de soberanía e independencia tras siglos de dominio imperial. Cuando el sol se pone sobre las democracias occidentales, estos avances constituyen la esperanza de nuestro mundo. Viví en carne propia la nueva independencia y vitalidad de América Latina cuando Ecuador, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) e incluso la Organización de los Estados Americanos (oea) salieron en defensa de mis derechos luego de haber recibido asilo político.
La duradera lucha latinoamericana por la autodeterminación es importante porque marca el camino para que el resto del mundo avance hacia la libertad y la dignidad. Pero la independencia de América Latina está aún en pañales. Los intentos desestabilizadores de Estados Unidos todavía son moneda corriente en la región, como ocurrió, no hace mucho, en Honduras, Haití, Ecuador y Venezuela.
Este es el motivo por el cual el mensaje criptopunk es de especial importancia para el público de América Latina. El mundo debe ser consciente del riesgo que la vigilancia significa para América Latina y para el antiguo Tercer Mundo.* La vigilancia estatal no sólo es un problema para la democracia o para la gobernabilidad, sino que es un problema geopolítico. El control de toda una población por parte de poderes internacionales naturalmente amenaza la soberanía. Las sucesivas intervenciones en los asuntos de las democracias latinoamericanas nos han enseñado a ser realistas. Sabemos que los antiguos poderes coloniales usarán cualquier ventaja para impedir la consagración de la independencia de todo el continente.
Este libro debate sobre lo que ocurre cuando corporaciones estadounidenses como Facebook disponen de una penetración casi total en la población de un país entero, pero no se detiene en las cuestiones geopolíticas de fondo.
Haciendo una simple consideración geográfica se nos presenta un aspecto importante. Todo el mundo sabe que la geopolítica global está determinada por los recursos petroleros. El flujo del crudo determina quién domina, quién es invadido y quién es marginado de la comunidad global. El control físico de sólo un segmento de un oleoducto ofrece un enorme poder geopolítico. Los gobiernos en esta posición pueden obtener enormes concesiones.
Entonces ocurre que, de un golpe, el Kremlin puede sentenciar a Europa del este y a Alemania a un invierno sin calefacción. Y la sola posibilidad de que Teherán construya un oleoducto que llegue a India y a China alcanza como pretexto para la lógica belicosa de Washington.
Con el control de los cables de fibra óptica, por donde pasan los gigantescos flujos de datos que conectan a la civilización mundial, ocurre lo mismo que con los oleoductos. Este es el nuevo juego: controlar la comunicación de miles de millones de personas y organizaciones.
No es secreto que, en lo referente a Internet y las comunicaciones telefónicas, todos los caminos desde y hacia América Latina pasan por Estados Unidos. La infraestructura de Internet dirige gran parte del tráfico desde y hacia América Latina a través de cables de fibra óptica que físicamente atraviesan las fronteras de Estados Unidos. El gobierno de Estados Unidos no ha mostrado muchos escrúpulos en transgredir su propia ley al interceptar estas líneas para espiar a sus propios ciudadanos. Y no existen las leyes que impidan espiar a ciudadanos extranjeros. Cada día, cientos de millones de mensajes de toda América Latina son devorados por las agencias de espionaje de Estados Unidos y almacenados para siempre en depósitos del tamaño de ciudades. Los aspectos geográficos relativos a la infraestructura de Internet por lo tanto tienen consecuencias para la independencia y soberanía de América Latina.
El problema también trasciende la geografía. Muchos gobiernos y ejércitos latinoamericanos resguardan sus secretos con hardware criptográfico. Se trata de aparatos y programas que codifican y decodifican mensajes. Los gobiernos adquieren estos equipos para mantener sus secretos a salvo, a menudo con un alto costo para el pueblo, porque le temen, con razón, a la interceptación estadounidense de sus comunicaciones. Pero las compañías que venden estos costosos dispositivos gozan de lazos estrechos con la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos [Intelligence Community].
Sus directores ejecutivos y funcionarios de alto rango son matemáticos e ingenieros de la nsa [sigla de National Security Agency, la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos],*** quienes capitalizan las invenciones que crearon para el Estado vigilante. Estos dispositivos están con frecuencia deliberadamente violados con un propósito: no importa quién vaya a usarlos o cómo lo haga, las agencias estadounidenses pueden desencriptar la señal y leer los mensajes.
Estos dispositivos son vendidos a América Latina y a otros países como una forma de proteger sus secretos, pero en realidad son una forma de robar esos secretos. Los gobiernos estarían más a salvo usando software criptográfico abierto desarrollado por criptopunks, cuyo código es abierto para que todo el mundo vea que no se trata de una herramienta de espionaje, y que está disponible al precio de una conexión a Internet.
Mientras tanto, Estados Unidos está acelerando la próxima gran carrera armamentista. Los descubrimientos de los virus Stuxnet, Duqu y Frame anuncian una nueva era de programas altamente complejos con finalidad destructiva concebidos por estados poderosos para atacar a estados más débiles. Su uso en un primer golpe contra Irán está dirigido a socavar los esfuerzos persas para conseguir la soberanía nacional, finalidad que va en contra de los intereses estadounidenses e israelíes en la región.


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