miércoles, 30 de julio de 2014

El Homo Economicus.-



 HOMO ECONOMICUS

Su característica principal para existir (o no existir) es el dinero. Primero para no existir: todos los sistemas o métodos anticoncepcionales son pagos; preservativos, diú, abortos, (el único gratis es el coito/interruptus, pero aparte de antinatural, no me gusta).
Cuando un espermatozoide fecunda un óvulo y pasa a existir el "Homo Económicus" necesita de dinero. En primer lugar para pagar un papanicolau y luego para consultar un obstetra que va a recetar una tomografía computada y suma y sigue, hasta los veinte años, en que se torna independiente económicamente (para eso es un "Homo Económicus" ¿No?) donde ya habrá costado un millón de dólares (fuente: "Veja").
Lo admirable del "Homo Económicus" es que él es el único ser vivo que necesita de dinero para sobrevivir. Los demás seres vivos, desde el fitoplancton unicelular hasta el tiburón, pasando por el resto de mamíferos terrestres, vegetales, no dependen de la economía, no manejan dinero, no ahorran, no tienen chequeras ni tarjetas de créditos y sobre todo no pierden tiempo ni pagan para consultar el saldo de su(s) cuentas bancarias.
Hay un detalle interesante en éste maravilloso mundo que la humanidad ha ido creando, puliendo, ajustando a lo largo de los últimos diez mil años; todos los seres humanos son "Homo Económicus" hombres, mujeres, niños, ricos, pobres, negros, blancos, jóvenes, viejos. Todos necesitan dinero, porque todos son "Homo Económicus"; solo que hay un detalle aritmético: 20% tienen; 80% no tienen.
Si yo tengo, no tengo que importarme por ese 80% que no tienen (a menos que uno de ellos me recueste el caño de un 38 en la cabeza). Bueno, ahí tampoco hay porque preocuparse; ¡ya es tarde!
Ayer leía material muy interesante sobre la personalidad con aportes de Freud, Jung, Reich. La personalidad está condicionada por el medio y la experiencia; si no profundamente modificada, pero sí influida en parte; como hay que considerar una inercia histórica de diez mil años y si Carlitos Darwin tenía razón, es dable esperar que la naturaleza humana haya sufrido algún tipo de transformación y eso sería el origen de este neo-homínido que llamo de "Homo Económicus".
El capitalismo y su nefasta consecuencia: la sociedad de clases, egoísta, ambiciosa, individualista y consumista induce al hombre -cada vez más- a apartarse de la naturaleza y cercena cualquier posibilidad de crecimiento humano, moral o ético al plantearle como bien deseable supremo el lucro, la riqueza, el poder, la estratificación social y el consumismo.
Basada en la computadora estimulada desde la Escuela, aparta un individuo de otro, al enfrentarlos: esposo/esposa, hermano/hermana, padres, hijos, amigos, socios. Los hombres, más que disputar los alimentos, sus territorios o las hembras, centran su interés en la disputa por el dinero para poder comprar electrodomésticos.
Fascinados por el aparente poder que proporciona, posponen sus vacaciones, su tiempo de vida, sus placeres espirituales intrínsecos, lúdicos e infantiles.
El sistema que no es genérico ni inmutable se recarga y auto alimenta de generación en generación, moldeando nuevos "Homo Económicus" a partir de sus padres. Pequeñas minorías aisladas -geográfica y cronológicamente- tanto sea grupos o individuos practican ordenamientos sociales y económicos diferentes pero no prosperan y generalmente son absorbidos por el sistema global -que se expande por su poderío- no por su superioridad. De lo contrario habría que sacralizar todo poder dominante como verdadero y habría que pasar a reconocer las plagas y las epidemias.
No son muchos, pero tampoco soy el único al afirmar que este ordenamiento social y económico lleva en sí el germen de su autodestrucción.
Marx decía que el capitalismo es su propio sepulturero. La expansión puede ser infinita; pero en éste caso es demostrable que no lo es.
Si los individuos no se masificaran y no fuesen fácilmente domesticables, en función de intereses generalmente materiales, la humanidad sería más dinámica, revolucionaria y cambiante y su velocidad para el crecimiento cualitativo sería mucho mayor.
Pienso que cada hombre debe creer que parte de la visión del mundo que ha elaborado a lo largo de su vida, puede servirles a los demás hombres.
Todos los males de la humanidad, que se han ido agravando durante los últimos diez milenios, tienen una causa bastante infantil y estúpida que se dividió en ricos y pobres.
Me resulta sorprendente que una verdad tan sencilla y demostrable no sea más citada a través de la historia. Casi todos los pensadores que se han ido sucediendo y los diferentes movimientos que se han generado, se han detenido en aspectos o consecuencias parciales del problema y no en su causa básica.
En este milenio que se inicia culmina la total hegemonía del poder político, económico, ideológico, militar y de propaganda que se acelera explosivamente a partir del siglo XV.
Cuando hace diez mil años la agricultura genera excedentes, se comienza a rapiñar el planeta, se inventa la propiedad privada, aparece el capital, se establece la monogamia y la herencia, se inicia un diabólico camino de explotación, violencia y muerte que nos aproxima -cada vez más rápido- al borde de un precipicio.
Todos los descubrimientos y el avance tecnológico -que alcanza una impresionante expresión en este último siglo- son sistemáticamente empleados por la cada vez menor minoría que concentra el poder, cada vez más, para el dominio, la explotación y el engaño.
La actual globalización y el avance en las comunicaciones, al eliminar todos los elementos que dividían la humanidad en etnias, culturas, lenguas, razas y naciones, permite ahora visualizar claramente el único diferencial entre los hombres: los ricos y los pobres.  
Un quinto de la humanidad son ricos y cuatro quintos son pobres. Los ricos, provenientes todos de la aristocracia, la nobleza, el militarismo y el clero, junto con algunos aventureros, ladrones, asesinos, piratas y los prósperos prestamistas usureros, han detentado a través de la historia todos los mecanismos de control, dominación y represión, logrando el actual admirable triunfo ideológico global: que esos cuatro quintos de miserable pauperizados y explotados tengan como modelo deseable el de su propio explotador.
Mientras el "Homo Ludens", el "Faber" y el "Sapiens-Sapiens" son naturales, el "Económicus" es un producto social del propio hombre, que se crea junto con las clases sociales. Aunque ahora haya pasado a serlo, el aborigen inculto no era un "Homo Económicus" porque no dependía de la economía para sobrevivir, sino de la propia naturaleza. Cuando el hombre privatizó la naturaleza, cavó la sepultura de la humanidad.
Individualmente, de vez en cuando, aparecen hombres geniales que la pautan y hacen que la humanidad, que se masivamente estúpida -y lo ha demostrado- dé saltos cualitativos, que ha permitido que en un millón de años pasase del antropoide cuadrúpedo al alienado hombre moderno sentado frente a la pantalla del computador.
"La historia de la humanidad es todo aquello que podía haber sido evitado" me dijo una fugaz Hippye -que nunca más vi, ni recuerdo su nombre- sentados en una playa en el norte de Brasil, viendo ponerse el sol.
En estos días la ambición imperialista de los norteamericanos está comenzando la guerra contra Irak para apoderarse del petróleo. Esa guerra no es otra cosa que la manifestación y la consecuencia del error inicial cometido hace diez mil años -en ese mismo lugar- cuando la humanidad erró al tomar el ramal equivocado en la bifurcación del camino.
Y es a partir de ahí, que el hombre posible, divino, sapiens, faber y alienado, inhumano, amargado, angustiado, infeliz, pierde las referencias naturales, lógicas, atrofia sus instintos, sus mandatos vitales y lúdicos y comienza el pésimo y estúpido negocio de permutar su tiempo de vida por dinero; en una fórmula que no es reversible, porque con dinero no se compra tiempo de vida.
La especie humana está amenazada de extinción en el mediano plazo por sus propios integrantes concientes de estar provocando un suicidio colectivo y que están condenando a sus descendientes. Mientras las demás especies vivas tienen un mandato biófilo de conservación del individuo y de la especie, el hombre tiene -al parecer- un mandato necrófilo, de aniquilación del individuo y de la especie, consecuencia de esa idiotez creciente que lo va ganando a partir de su decisión de ser "Homo Economicus".
Pero además de idiota el "Homo Económicus" tiene que ser necesariamente amoral. Es simulador, mentiroso, asesino, explotador, hipócrita, egoísta, individualista, ególatra, déspota, retorcido y perverso. Y eso porque no hay en él ningún sentimiento más fuerte que el lucro, la ganancia, la riqueza y el poder.
Ni siquiera se valora ni se ama a sí mismo. De lo contrario dormiría lo necesario, no lo que el despertador le permite, se alimentaría racionalmente y no apresurado y con lo más económico, cuidaría de su salud y no de sus obligaciones.
Viviría como le gusta y como siente placer y no como debe o como le mandan. La sociedad que creó el "Homo Económicus" está muy enferma y día a día empeora en un proceso exponencialmente acelerado, en función del desarrollo científico y tecnológico que duplica su potencial cada vez en menos tiempo.
Las soluciones para su cura se pueden escribir al dorso de un sobre de correo.
Está condenada y y fue desahuciada. Solo se puede esperar el caos final que se avecina en breve. Creo difícil que la humanidad alcance a ver otro siglo. Brasil hace treinta y cuatro años tenía la mitad de habitantes, ochenta millones menos.
El "Homo Económicus" con apenas quince por ciento más que los otros antropoides más evolucionados se cree Dios, desprecio la naturaleza y piensa que la tierra le pertenece, que pueda violarla y rapiñarla. Su ingenuidad suicida lo lleva a creer que los recursos son inagotables.
En los próximos cincuenta años se le terminará el petróleo ¡Gracias a Dios! Debo confesar que la noticia me alegra y no solo porque no me gusta usar platos y vasos de plástico.
El "Homo Económicus" es una consecuencia del capitalismo que lo condiciona y esclaviza. El capitalismo ha ido transformando y corrompiendo al hombre hasta convertirlo en un monstruo de maldad, insensibilidad y egoísmo.
Lo dramático es que las generaciones se van sucediendo y encuentran una realidad que aceptan como normal. Los pocos que la cuestionan son vistos y perseguidos como locos. Se acepta como una verdad que esta realidad es una consecuencia de una naturaleza humana negativa -inmutable- que determina este estado de cosas, a lo sumo la cómoda explicación -improbable- de que es la voluntad de Dios.
Lo absurdo se transformó en racional. Resulta reconfortante verificar que la propia irracionalidad del sistema establecido y aceptado acabará por destruirlo.
Los pocos beneficiaros sueñan con escaparse al espacio exterior, concientes de que caminan para la aniquilación de la vida en este planeta. Esto ha sido advertido y demostrado por la comunidad científica. Muchos idiotas confían -a su vez- que la ciencia y el avance tecnológico traerán las soluciones, cuando, en verdad, solo agravarán la situación.

Abrigo la débil esperanza de que ocurra una toma de conciencia a nivel global o que algunos ejemplares humanos lleguen a sobrevivir al caos final y recreen la sociedad sobre bases diferentes de las actuales, de la ganancia, la acumulación y el nefasto "crecimiento económico". Gandhi dijo que: "… la tierra puede alimentar al hombre, pero no su ambición".

*Esta “fotografía” del “ser” que habita la tierra es un artículo extraído de “El humor en la cana y otros bolazos – The Mau Mau´s Story” (su primer libro).


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